jueves 29 de noviembre de 2018 - 12:01 AM

Mundo

Jaque a Ucrania

La tensión entre Rusia y Ucrania ha escalado en la región del mar Negro, un espacio geopolítico especialmente sensible. El presidente ruso Vladimir Putin estaría poniendo a prueba la capacidad de reacción de Occidente.

El conflicto naval protagonizado en aguas del Mar Negro, se constituye en un episodio más de la confrontación militar entre Rusia y Ucrania, enmarcado en disputas separatistas y aspiraciones expansionistas de Moscú que siguen latentes.

Kiev denunció ser víctima de una agresión tras la captura de embarcaciones y varios heridos de la Marina en el estrecho de Kerch (que separa a los mares Negro y Azov) el pasado domingo, a lo que Moscú justificó como una acción legal.

La importancia del estrecho de Kerch, que tiene entre 4 y 15 kilómetros de ancho, es estratégica, pues es un eslabón vital en la cadena que une a Rusia con el Mediterráneo, ya que permite controlar las rutas marítimas.

Intereses económicos también gravitan alrededor de esta zona marítima.

Por un lado Rusia hace exportaciones de gas a través de Ucrania en Europa. Y Ucrania posee dos puertos claves para la exportación y la producción de productos metalúrgicos como el hierro y el acero, el 25% de los ingresos por sus exportaciones.

Este nuevo incidente armado no ha hecho más que escalar a niveles peligrosos, una crisis sin resolver que se vive en esta zona de Europa del Este, donde países de la antigua Unión Soviética pretenden salirse de la órbita de Rusia, que a toda costa quiere defender su presencia de la que venía gozando desde el siglo XIX.

Los temores no son infundados. Está el precedente de la guerra en Georgia, la primera del siglo XXI. La ex república soviética y Rusia se enfrentaron por la región de Osetia del Sur en 2008, cuyo resultado final fue la pérdida del 20% del territorio georgiano.

Fue el inicio de una política exterior rusa, que se consolidó con la anexión de la península de Crimea de forma unilateral por parte de Moscú, materializada en 2014. Incluso ha extendido su influencia en conflictos lejanos de sus fronteras, como es el caso de Siria.

Un país dividido

Más allá del incidente naval, al que califica como un pretexto, para el internacionalista Angelo Flórez lo realmente relevante es que Rusia quiere enviar un mensaje de fuerza, “mostrarle los dientes a Ucrania”, y decirle con esto “obedece u obedece”.

Bajo esa lógica, advierte, el conflicto sigue latente, en la medida en que ambos países no resuelven temas pendientes como el movimiento separatista del este ucraniano.

“Ucrania está dividido en dos bloques, una parte oriental, que cultural y económicamente está muy ligada a Rusia y la parte occidental más inclinada a Occidente”, explica el profesor de la Universidad Santo Tomás de Bogotá.

En ese contexto, Flórez reitera que Rusia no está dispuesta a permitir una expansión de Occidente en un territorio cercano. “Es un tema estratégico y militar porque si Ucrania se pasa a la Otan, Rusia va a tener más cerca a la Otan, lo cual no deja de ser una preocupación, que sus aliados tradicionales se vuelvan sus enemigos”, dice.

Recobrar territorios

Esta idea es compartida por Carlos Alberto Patiño, experto en política internacional y profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia, quien asegura que Rusia está en un proceso que algunos llaman “reimperialización”, con lo cual defiende su posición como gran potencia.

Es decir, recobrar territorios que perdió tras el desplome de la Unión Soviética en 1991 y parte de ese proceso se explica con el conflicto en Georgia de 2008 y otros procesos como el de Moldavia e incluso en países bálticos, como Lituania y Estonia; y en 2014 con Crimea, antes territorio ucraniano.

El tema de fondo, insiste Patiño, es que el Kremlin busca retomar territorios que reivindicaba y a partir de ahí abre en la región este de Ucrania un frente de guerra que Rusia ha patrocinado con armas y hombres.

En la práctica, esto significa que Ucrania, una república joven tras su independencia hace 28 años, está dividida en dos territorios. Uno de facto que quiere su independencia, y otro que controla Kiev, de corte occidental y que cuenta con reconocimiento internacional.

Patiño destaca que lo más importante es que Rusia es una de las cuatro mayores potencias mundiales, y Ucrania no tiene ese poder militar para enfrentársele, así que está esperanzado en que la Otan (Organización del Tratado del Atlántico Norte) la apoye, pero es muy difícil materializarlo.

“Europa estaría comprometiendo su propia seguridad y, no está interesada en enfrentarse a Rusia en una guerra abierta”, argumenta.

En consecuencia, un conflicto que se convertirá, como ha sido hasta ahora, en una guerra de baja tensión hasta que se desgaste, aunque “lo más factible es que Ucrania pierda parte de sus territorios”, concluye el experto en política internacional.

Frenar expansión de la otan

Nicolás Carrillo, profesor de Derecho Internacional de la Universidad de La Sabana en Bogotá, recuerda que en la zona conflictiva del mar Negro rige desde el año 2003 un acuerdo entre Rusia y Ucrania que garantiza la libertad de movimiento.

Y en ese sentido, explica que la libertad de navegación en el derecho internacional debe ejercerse de forma pacífica, algo que no observa en este caso, donde hay un cruce de argumentos entre ambas partes de intenciones hostiles.

Se refiere a otro aspecto a considerar en cuanto a relaciones internacionales y que atañe a que el Kremlin maneja una esfera de influencia en esa región, “sintiéndose amenazada por la expansión de las acciones de la Otan, e incluso por la expansión eventual de la Unión Europea”.

De allí que, según él, Rusia trate esta zona como un espacio vital, aludiendo al mar Negro y el mar de Azov, y al verse amenazada, actúe en contra de Ucrania por su acercamiento a Occidente.

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