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Floridablanca
Lunes 20 de mayo de 2019 - 12:00 PM

El sueño de ser independiente: Así viven los jóvenes del Icbf en las Casas Universitarias

En Floridablanca se abrió la primera Casa Universitaria de Santander para jóvenes bajo protección del Icbf. La nueva modalidad les brinda a los universitarios la oportunidad de vivir con más libertad e independencia y de trabajar en su proyecto de vida.

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“Vivir en la Casa Universitaria es buscar un proyecto de vida y trabajar para cumplirlo, es empezar a ser libre”.

Así define Cristian Castañeda, de 22 años, lo que para él significa vivir en una de las tres casas universitarias del Icbf. Allí conviven a diario jóvenes mayores de edad, estudiantes universitarios, quienes se ganaron el premio de vivir como adultos y tienen bajo su responsabilidad no tener la casa ‘patas arriba’ y no desfallecer en su intento por ser profesionales.

El premio, porque ¿a quién no le gustaría pasar los días en un lugar campestre, alejado del ruido de la ciudad, pero a solo 10 minutos de ella, en una casa grande y con la independencia suficiente para ir a la universidad, trabajar y salir con amigos?

Para los jóvenes que se hicieron mayores en casas hogar del Icbf y que decidieron, con el apoyo de la institución, seguir estudiando para ser profesionales, poder vivir ahí es un sueño, un paso más para su independencia total.

A través de una alianza estratégica entre la ONG Aldeas Infantiles SOS y el Icbf, se abrió en Santander la modalidad de Casa Universitaria, la cuarta en el país, con 23 cupos para mayores de edad bajo protección del Instituto que estuvieran cursando desde segundo semestre.

Así viven los jóvenes en este lugar, que lejos de ser uno de esos hogares sustitutos que algunos se imaginan como lugares tristes, hacinados de niños y jóvenes y en malas condiciones, parece más bien un condominio campestre con casas de fachada de ladrillo y mucho verde alrededor.

Ser alguien en la vida

Antes de las 11 de la mañana la casa debe estar arreglada y todos lo saben.

Si al que le toca barrer o trapear tiene clase muy temprano, el oficio debe quedar hecho la noche anterior. Hay turnos para todo, para preparar la comida, lavar los platos y limpiar. Cumplir con eso, con lavar su ropa y con estudiar, es todo lo que tienen que hacer.

“Como en cualquier casa normal, igual a otras”, repite varias veces Cristian intentando dar a entender que no hay nada de raro con pertenecer al Icbf y vivir en un sitio así.

Son las 11 de la mañana y ya todo está listo, incluido él, quien no descuida detalle al arreglarse para ir a la universidad. Va en cuarto semestre de Gastronomía en la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, y cuando se gradúe quiere irse para España a trabajar y seguir estudiando.

“Todos tenemos que cocinar, no solo yo porque si no se acostumbran a mal”, comenta en broma y luego dice que siempre ha sido así de independiente y de serio, incluso cuando vivía en el Hogar Infantil Santa Teresita, ubicado en la vereda La Malaña en Bucaramanga, adonde llegó cuando era solo un niño.

No habla mucho de eso, de cuando era pequeño y de su llegada al Instituto porque piensa que es más importante agradecer y ver hacia adelante.

“El Hogar es campestre también, es muy bonito, pero allá se piensa en grupo, es decir, éramos bastantes niños y no había mucha individualidad, las reglas eran más estrictas también y lo que hacía uno afectaba a todos. Aquí es distinto, cada cual maneja su tiempo, hace sus cosas y mira si aprovecha la oportunidad de ser más autónomo”, expresa.

A diferencia de algunos de sus compañeros de casa, a él no le da nada decir que vivió en el Hogar Santa Teresita y que ahora vive en la Casa Universitaria y nunca se ha sentido rechazado por eso.

Al que le pregunta le dice que “normal”, que su vida es normal, que su casa funciona como cualquier otra casa y que sí tiene mamá y hasta abuela, con las cuales tiene contacto, solo que no vivió con ellas.

No le gusta eso de que todo se lo den o se lo hagan y por eso desde que tuvo la oportunidad de trabajar no desaprovechó empleo. Sobre todo ahora que tiene más flexibilidad y que buscar un trabajo en los tiempos libres hace parte de lo que pueden hacer.

Hace postres y otras recetas para vender, hace turnos en restaurantes y hasta ha trabajado como cajero en supermercados.

Asegura que estudiar es un privilegio, que vivir en esa casa es un privilegio y que ganarse ese lugar es el primer paso para lograr todo lo demás.

Cada día que pasa en Colombia hay más de 12 mil niños y jóvenes que esperan una familia, de los cuales más o menos el 63 por ciento (alrededor de 7 mil) son mayores de 18 años. El Icbf tiene como deber dar educación superior a todos ellos y vela porque todos quieran hacerlo. La Casa Universitaria se creó con el fin de darle a estos jóvenes que se hicieron mayores en la Institución la oportunidad de salir de las casas hogar u hogares sustitutos a un ambiente más flexible y autónomo, donde tengan más herramientas para enfocar su proyecto de vida.

Creer y confiar

A la hora del almuerzo, mientras “la tía” (como los chicos le dicen a la persona que convive con ellos todos los días y es la encargada de dar los permisos, de supervisar que todo esté en orden y de apoyar a sus “sobrinos” en cualquier cosa que necesiten), ayuda en la cocina a la hermana de Cristian, quien vive con él desde que salieron juntos de su casa cuando apenas eran unos niños y es la cocinera elegida del día, llega Javier de la universidad.

Su historia, como la de muchos allí, es un ejemplo de superación y a él le gusta contarla porque se siente valiente de estar donde está, pues a esa modalidad de hogar del Icbf, la Casa Universitaria, no llegan todos, sino los que se lo han ganado.

Javier, ahora de 21 años, estudiante de sexto semestre de Terapia Ocupacional, fue acogido por el Icbf hace más de 10 años junto a sus tres hermanos menores.

Cuenta que sufrió de maltrato, de hambre y de descuido por parte de su madre y que al principio fue tan duro que tuvo que recibir ayuda psiquiátrica. Vivió en un hogar sustituto en San Gil, separado de sus hermanos y de ahí pasó a un centro psiquiátrico donde aprendió que él era el único que podía salvarse.

Allí, recuerda, además de su medicación, le dieron la oportunidad de adquirir responsabilidades: lo dejaban salir por el mercado, a pagar cuentas y otras cosas y entonces, cuando estaba a punto de escaparse “quién sabe a dónde”, entendió que confiaban en él y se sintió capaz y útil. Desde entonces no pensó más en escaparse. “Eso, la confianza y la fe en nosotros, es lo que nos ayuda a creer que a pesar de las dificultades y de lo que hayamos vivido, nada nos hace menos capaces o menos afortunados. No se trata de que nos den todo y nos hagan la vida más fácil, se trata de que nos preparen para la vida y eso es lo que la Casa Universitaria representa para mí”.

Oportunidades para volar

Según Martha Patricia Torres Pinzón, directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, seccional Santander, en las instalaciones de la ONG Aldeas Infantiles SOS se abrió la tercera Casa Universitaria del país, que en realidad son tres casas con cupo para 23 jóvenes, quienes además de contar con la oportunidad de seguir estudiando, cuentan con apoyo económico para todos sus gastos.

Con el Proyecto Sueños Oportunidades para Volar, desde donde se coordina la nueva iniciativa, el Icbf además paga la educación de 1.215 jóvenes entre los 15 y 25 años en todo el país, quienes a pesar de haber cumplido la mayoría de edad, desean seguir haciendo parte de la institución para continuar su formación académica. Siguen viviendo en los lugares que el Icbf destinó para ellos, pero a medida que se abran más casas universitarias y aumenten los cupos, quienes cumplan con los requisitos podrán pasar a vivir allí.

De acuerdo a la directora, para la Casa Universitaria se estudian los perfiles de jóvenes con ciertas características, como responsabilidad y buen comportamiento, y se elige a quienes más se destaquen por eso.

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Publicado por Irina Yusseff Mujica

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