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Domingo 16 de septiembre de 2018 - 12:00 PM

Siria: una guerra de nunca acabar

La guerra civil que se libra en Siria ha desestabilizado el mundo conforme se extendió más allá de las fronteras, y es el escenario donde Estados Unidos y Rusia han medido fuerzas en el mapa geopolítico global.

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(Foto: Tomada de Internet / VANGUARDIA LIBERAL)
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Cuando hace siete años estalló el conflicto interno en Siria, al compás de la llamada “Primavera Árabe”, resultaba impensable la evolución y la degradación de esta guerra donde se cuenta más de un millón de muertos y cerca de 11 millones de refugiados, lo que ha llevado a la mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.

Es como si el mundo no viera aún el alcance final de esa “Primavera”, de ese clamor popular que se alzó para cambiar el rumbo de una historia marcada por dictaduras, opresión y pobreza en países como Egipto, Yemen, Libia, Baréin y Siria.

Pero, sin lugar a dudas, no hay tragedia equiparable a la siria, de un país reconocido en el pasado por su modernidad y multiculturalidad, y hoy convertido en un sangriento campo de batalla con un desenlace incierto.

El único resultado ha sido un país en ruinas, que ha expulsado a los sirios, no solo de su tierra, sino condenado su propio futuro. Además, Siria ha pagado el precio más alto: la sangre de su pueblo, generaciones perdidas en el camino, con al menos 20 mil menores de edad (ver gráfico).

Para Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, el desastre iraquí con Saddam Hussein explicó el surgimiento del Estado Islámico (EI), Al Qaeda en Mesopotamia y que se fue extendiendo a Siria, y derivando en una guerra civil que se libra actualmente con mucha crudeza.

En resumen, la desestabilización en Iraq tuvo efecto en toda la región y Siria no escapó a esto, opina.

A eso se le debe añadir, dice, un régimen sirio claramente autoritario que ha sometido a sangre y fuego a la población que no lo apoya; bajo el argumento de la lucha contra la insurgencia islámica y el extremismo religioso se han violado normas mínimas del Derecho Internacional Humanitario, lo que ha agravado el conflicto interno.

Además, generó un efecto dominó que incubó también los desencuentros religiosos latentes en el país, adquiriendo características sectarias, enfrentando a la mayoría sunita del país que se alió con el EI, contra los chiítas alauitas a la que pertenece el presidente Bashar Al Asad, y también de Irán.

Conforme ha pasado el tiempo, la batalla entre rebeldes y fuerzas aliadas a Al Asad, se ha tornado cruenta y para muchos, ha perdido rumbo.

Y como si fuera poco, otro actor entró en escena en este conflicto de manera directa, Rusia, lo que agudizó y prolongó el fin de la guerra.

Luis Fernando Ramírez, vicerrector de Investigación y Transferencia de la Universidad de La Salle, lo describe como un conflicto que podría denominarse en “cuerpo ajeno”.

Es decir, “en la práctica lo que se da es un enfrentamiento de las grandes potencias del mundo, Estados Unidos y Rusia, que confluyen en el territorio sirio para apoyar los distintos bandos que están en guerra”, comenta.

Así las cosas, en la práctica es un tema geopolítico muy complejo, “no solo es una guerra, sino que es un conflicto interno, porque ambas partes tienen decididos apoyos en el ámbito internacional y cada uno mantiene su intervención y correlación de fuerzas”, recalca Ramírez.

A su vez, José Ángel Hernández, doctor en Historia Contemporánea y director de la Maestría de Historia Contemporánea de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, recuerda que tras el levantamiento contra el régimen de Bashar al Asad, surgieron diferentes grupos opositores, dando origen a un enfrentamiento atomizado con actores regionales y globales.

“Uno de estos eran islamistas radicales, que fueron apoyados en un principio por Estados Unidos para acabar con el régimen que era aliado de Rusia, y Estados Unidos quería apartarlo de la zona, pero sorpresivamente la guerra no acabó con el dictador”, señala.

En ese contexto, asegura que en la actualidad hay grupos opositores al gobierno sirio que han perdido un tanto el apoyo de Occidente, especialmente de Estados Unidos, “porque se ha dado cuenta de que si bien Al Asad no es santo de su devoción, tampoco lo son los radicales islamistas”.

Sin duda alguna, agrega Jaramillo Jassir, Al Asad no ha perdido el control de la situación, en buena medida porque cuenta con ese apoyo externo que le proveen Rusia e Irán, y “además porque sin el Estado Islámico hubiera avanzado por territorio sirio y creo que otro sería el mapa geopolítico de la zona”.

Y a la luz de este conflicto, la comunidad internacional ha quedado reducida a solo documentar más crímenes de guerra en Siria.

Hernández reconoce en ese sentido que “la ONU casi siempre fracasa en estos casos y en esta situación tan enconada no podría ser de otra manera. A la ONU pertenecen fuerzas que están enfrentadas por la crisis en Siria y que dependen de la financiación de estas”.

la victoria se inclina al régimen

En vista de los acontecimientos actuales, según el profesor José Hernández, la balanza de la guerra está inclinándose hacia el gobierno sirio. “Efectivamente Rusia se involucró fuertemente y los Estados Unidos, sobre todo en la Administración Obama manejó una política dubitativa frente a Irán y Siria, lo que ha hecho que Rusia haya ganado la partida en esa zona”.

En tanto, el analista Mauricio Jaramillo Jassir considera que la guerra obviamente no la ganó del todo Al Asad, “pero en términos globales sí la ganó Rusia, Siria e Irán, de alguna manera el Estado Islámico perdió el terreno que había concentrado en la frontera con Iraq, ya no es capaz de ejercer una suerte de soberanía sobre el territorio sirio, sino mediante atentados en ese suelo o en Europa para ganar visibilidad”. Sin embargo, advierte que esto no quiere decir el fin, la guerra continúa pero en la correlación de fuerzas y a su juicio, aquí lo que falta es una estrategia para acabar con los reductos del Estado Islámico.

En la medida en que se menguan las capacidades bélicas de la oposición, se va cerrando el cerco contra las fuerzas rebeldes, “porque Estados Unidos, si bien las apoya, no interviene de manera directa como sí lo hace Rusia; los rebeldes están en una posición de desventaja y no cuentan con el aparato militar estadounidense en acción”, puntualizó el vicerrector Luis Fernando Ramírez.

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Publicado por ÁNGELA CASTRO ARIZA

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