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Bucaramanga
Domingo 12 de diciembre de 2021 - 12:00 PM

Mi esposo me arrancó el 30% de mi cabello

A través de la campaña No te quedes callada, denuncia si fuiste agredida, un espacio que abre Vanguardia pensando en las mujeres que han sido agredidas, discriminadas, abusadas o vulneradas, una mujer narró la violencia que sufrió por parte de su esposo y lo difícil que ha sido el proceso de denuncia y protección ante las autoridades competentes.

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En Santander, las noticias criminales generadas desde la Fiscalía General de la Nación, durante este 2021, por violencia intrafamiliar, han superado las de 2020. De hecho, es uno de los indicadores más altos del país.  (GettyImages / VANGUARDIA)
En Santander, las noticias criminales generadas desde la Fiscalía General de la Nación, durante este 2021, por violencia intrafamiliar, han superado las de 2020. De hecho, es uno de los indicadores más altos del país. (GettyImages / VANGUARDIA)

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En Santander, las noticias criminales generadas desde la Fiscalía General de la Nación, durante este 2021, por violencia intrafamiliar, han superado las de 2020. De hecho, es uno de los indicadores más altos del país. (GettyImages / VANGUARDIA)

A los 20 años decidió casarse. Su pareja, con la que estuvo 18 años conviviendo, era 10 años mayor. Los dos trabajaban en el mismo negocio. Sin embargo, los esfuerzos de ella eran menospreciados por él.

Los problemas que, al principio, parecían más una discusión de dos socios por intereses laborales, trascendieron. A los tres meses de casados, las agresiones físicas y psicológicas aparecieron.

“Siempre discutíamos por cuestiones laborales, no por celos, ni por cómo me vestía. La violencia, de él hacia mí, siempre era porque podíamos perder negocios por alguna equivocación. Hoy pienso que siempre me vio como una empleada y no como su pareja”, relató.

Según ella, los golpes y ese ciclo de violencia lo soportó por varios años, hasta que un día sintió la muerte de cerca. Esas agresiones se volvían más intensas en los momentos de ingesta de alcohol.

“En diciembre de 2018 tuvimos una discusión laboral por dos solicitudes que llegaron al mismo tiempo, para arrendar el mismo predio. Algo salió mal y me cogió del pelo, me puso la cabeza contra una pared y empezó a reclamarme a grito entero, me pegaba. Al día siguiente, le pedí que contratáramos a alguien que nos ayudara a administrar las propiedades porque eso no podía seguir así, pero su respuesta fue que si yo no le trabajaba no me daba ni para una hamburguesa”, recordó.

Tras este comentario, ella tomó un poco de distancia. No obstante, se reconciliaron, pero los problemas no acabaron y las agresiones no acabaron.

“Ese día estaba muy borracho y fue muy agresivo conmigo. Me arrancó casi que el 30% de mi cabello, me aflojó un diente, me rompió la boca. Me encerré en un baño con el teléfono y llamé a la Policía para poder salir e irme a la casa de mi papá. Cuando llegaron los uniformados salí y cogí a mi hija, que escuchó todo. Nunca me dijeron que si lo iba a denunciar, realmente no me dijeron nada”, aseveró.

A la semana siguiente, esta mujer decidió irse a una Comisaría de Familia en el área metropolitana de Bucaramanga, donde relata lo sucedido y la respuesta en la Comisaría fue con interrogantes que la dejaron aún más desconcertada.

“Cuando terminé de contar todo, la comisaría empezó a cuestionarme diciendo que hasta qué punto se le puede hacer daño a una persona, usted quiere que el papá de sus hijos vaya a la cárcel y luego cómo le responde. Eso me llenó de mucho miedo y me confundió. Yo no supe decir nada, mejor dicho mi propósito que era denunciar a mi esposo, no se cumplió”, comentó.

La mujer subrayó que en ese momento se sintió desprotegida por quien presuntamente era la autoridad, por quien presuntamente debía garantizarle sus derechos como víctima de violencia intrafamiliar.

“Cuando conseguí un abogado, me dijo que debía interponer una denuncia por violencia intrafamiliar. Llamaron a mis hijos, mi hija contó lo que pasó esa noche. Había una orden para que él se fuera de la casa que está a mi nombre y yo pudiera regresar con mis hijos, pero no se pudo cumplir porque entre la Comisaría y la Policía nunca se acordó el procedimiento”, dijo.

En medio de ese vaivén, una juez de familia le dice que, desde la Comisaría, se cometió un error y debe anular todo el proceso. Ya se cumplieron dos años y ella no ha podido volver a la casa.

Al no tener una ruta clara de protección, dijo, su agresor volvió a causar daño, sin importarle que tan expuesta estuviera su hija.

“Mi hija contó todo. Cuando volvió a golpearme me causó daño en la nariz, actualmente no puedo respirar bien. Pese a esto, la otra comisaria que cogió el caso al emitir el fallo dice que ya se pasó el tiempo. Anuló todo el proceso. Estoy fuera de mi casa. Y lo que me dicen es que yo tengo que ir a recuperar la casa, o sea meterme allá con él, exponerme de nuevo ante él, exponerme a que pase una tragedia porque ninguna autoridad me ha dado protección ni a mí, ni a mis hijos. Yo tengo pesadillas de solo pensar que lo voy a tener a un metro mío. El último ataque fue salvaje”, acotó.

El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses reporta preliminarmente, entre enero y octubre de 2021, 1.291 exámenes médico-legales por violencia de pareja en Santander.

A raíz de este caso, la psicóloga Gladys Lucía Arias, especialista en Psicología Médica y de la Salud, representante del Campo Desarrollo Humano/Ciclo de vida Colegio Colombiano de Psicólogos Capítulo Santander, indicó que “en Colombia, hemos aprendido que los problemas se aquietan con violencia. Entonces, no hay otras estrategias, y si las hay, se percibe que no funcionan o no son suficientes, lo que, eventualmente, se vuelve hacia lo conocido: ejercer la violencia, incluso con nuestros familiares”.

¿Qué está pasando al interior de los hogares?

Se están presentando situaciones de violencia intrafamiliar entre la pareja y de los padres hacia los hijos. Esto implica que tenemos adultos que no logran comprender al otro, porque escuchan para responder y presentar su propia perspectiva; les resulta difícil expresar las emociones y tienen una manera específica de pensar, sentir y actuar con la que el otro no está de acuerdo. Como se presenta este conflicto y la idea es solucionarlo, se recurre a la estrategia conocida: la violencia. Después de que esta aparece, se toma consciencia, llega el arrepentimiento y la promesa de cambio que no se cumple y así se mantiene el ciclo.

¿Por qué cada vez se está haciendo más visible?

Mayor consciencia sobre los efectos de la violencia en la vida de las víctimas, así como del aprendizaje generacional que mantiene la sociedad con dificultades relacionales.

Las manifestaciones de violencia física y sexual están siendo menos toleradas, pues un ojo morado, un brazo partido, la pérdida de la fertilidad, entre otros, son consecuencias que no queremos para las personas.

Hay mecanismos legales e institucionales que brindan apoyo a los involucrados en una situación de violencia y hasta un proceso de identificación con aquellos que son víctimas.

Pese a estos tres aspectos, aún nos falta. Es llamativo el hecho que, como sociedad, aceptamos, validamos y justificamos ciertas manifestaciones de violencia. Por ejemplo, si una mujer abofetea a un hombre porque le fue infiel, es porque ella tiene el derecho de reclamarle y así, justificamos las expresiones de violencia que mantienen ese aprendizaje: con violencia los problemas se aquietan.

Por eso, requerimos no sólo la denuncia y el proceso legal, también la intervención educativa, desde lo social y especialmente, lo cultural.

¿Qué tipo de violencia es la que más se ejerce al interior de los hogares?

La violencia conyugal y la violencia con los hijos.

En el caso de la violencia conyugal, en la pareja, puede ser física y es evidente; pero también puede ser sexual, cuando uno de ellos no quiere tener sexo, pero, al ser su pareja, debe hacerlo, porque así se establece. Sin embargo, la más profunda y que no se denuncia y se presenta en mayor medida, es la violencia psicológica, donde se desvirtúan las capacidades del otro, se prohíben ciertas manifestaciones de gustos e intereses del otro o se mengua la independencia y la toma de decisiones, con la excusa de querer lo mejor para el otro y primar el proyecto de vida de pareja y familia..

¿Qué hacer ante esta situación?

Los procesos educativos son fundamentales. Y no sólo es educar sobre la violencia, es educar sobre cómo manejar las situaciones de estrés, cómo manejar y expresar las emociones, cómo comunicarnos con el otro, cómo comprender la perspectiva del otro, cómo tomar decisiones, cómo manejar el comportamiento de los hijos sin los golpes, cómo mejorar como persona y no desde el dinero y los títulos, sino desde el ser humano. Por eso, todas las actividades educativas que promuevan las habilidades para la vida, son estrategias importantes.

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Publicado por Ingrid Paola Albis Pérez

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