Novenas de aguinaldos en Santander: Una tradición que sigue madrugando todos los años
Son casi las 5:00 de la mañana. Desde la ventana se escuchan villancicos y el fuerte retumbar de las campana. En un día como cualquiera, no sería común percibir este tipo de situaciones, pero para los santandereanos solo significa una cosa: ¡Llegaron las novenas de Navidad!
Aunque para muchos es un ritual religioso, muchos lo han acogido como una tradición de la región de la que, simplemente, quieren participar.
Lo importante es que, ante el aquel llamado característico, acuden todos. Hombres, mujeres, niños, niñas, jóvenes, feligreses y hasta quienes quieren madrugar solo por diversión.
Los que entran a trabajar temprano reducen las horas de sueño, se alistan de una vez, para después de cumplir con su tradicional encuentro, efectuar sus compromisos laborales.
Están también deportistas que deciden practicar sus rutinas después de las novenas, o aquellas familias y amigos que, sin ser atletas, deciden salir a caminar después de la celebración litúrgica. Otra tradición adoptada por muchos y que se ha convertido en una estrategia para los que por nueves días consumen buñuelos, panes de yuca y almojábanas tan pronto el padre da la bendición de despedida.
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“Los madrugadores”
Aunque ya amanece un nuevo día, la oscuridad de la noche anterior no se desprende de él. En el camino hacia la capilla del Monasterio de las Clarisas, ubicada en la calle 7 #11-43 se pueden encontrar personajes como con don Ramiro Aranda y su esposa, doña Elsa Ramírez, quienes con sus sillas a los hombros caminan por las tenues calles de Piedecuesta, abrigados por la fría brisa que sopla a esa hora.
No, no van tarde, a las 5:00 de la mañana van saliendo de la eucaristía de las 4:00 de la mañana. Tradición que, según cuentan, han hecho por 43 años, tiempo que llevan viviendo en el municipio garrotero.
“Hay que aprovechar, es algo que solo pasa cada año y es una tradición de nosotros para ir a hacer oración, la cual acompañamos con ir a visitar a la Virgen de Chiquinquirá en Bogotá”, expresaron.
Una cuadra antes de llegar a la iglesia, la calle está abarrotada de automóviles, reflejo de la gran cantidad de personas que se encuentran tanto afuera como adentro del templo, el cual está decorado con luces de múltiples colores.
En frente de la capilla hay un parque, que está lleno de personas, los que no alcanzaron a entrar al recinto o los que prefieren escuchar la ceremonia desde afuera. Hay quienes lo hacen para que la helada brisa de la madrugada los golpee y no permita que se duerman.
Como lo hacen don Miguel Ángel Uribe y su esposa, quienes desde que tienen memoria, han participado de esta tradición navideña, la cual buscan transmitir a sus dos hijos, quienes también los acompañan.
“Desde niños nos acostumbramos, nos gusta, es algo que nos inculcaron nuestros papás y ahora nosotros se los inculcamos a nuestros hijos”, dijo Miguel ángel.
Las novenas se acompañan de una eucaristía, el tiempo trascurre, y poco a poco va amaneciendo. Al rededor del lugar hay cerca de veinte vendedores ambulantes; unos llegaron desde temprano y otros a mitad o cuando ya está a punto de acabar la celebración.
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Los vendedores ambulantes son personajes fundamentales de las novenas de Navidad. Para ellos, esta tradición se ha convertido en una bendición que les permite ganarse unos cuantos ‘pesitos’ de más.
Como doña Ruby Román, que desde la 1:00 de la mañana se levanta a hacer tinto, café con leche, chocolate y aromáticas para vender afuera de la iglesia.
A las 4:00 de la mañana llega a la iglesia de San Rafael Arcangel, ubicada en la calle 7 #11-43 en Piedecuesta, allí, después de suministrarle energía a los feligreses mediante sus bebidas calientes, se traslada hasta la capilla del Monasterio de las Clarisas.
“Gracias a Dios, esta temporada es muy buena para nosotros. A mí me quedan como 40 mil pesitos libres”, contó doña Ruby.
Hace nueve años que, de manera ferviente, madruga a trabajar. Aunque puede llegar a ser muy agotador, doña Ruby se encuentra agradecida, pues entiende que las novenas también son una plataforma para ganar su sustento.
“Uno por la necesidad tiene que hacerlo, pero de igual forma no solo se agradece a Dios, sino a las personas que lo apoyan a uno. Lo único que le pido al creador es que me de salud para continuar trabajando, y salud a las personas que nos ayudan con el trabajito”, dijo doña Ruby.
En el lugar también se encuentra Erika Poveda y Luis Miguel Prada, quienes por doce años se dirigen hasta el templo del monasterio para vender sus conocidos buñuelos y panes de yuca.
A pesar de su edad, estos dos jóvenes se han convertido en unos veteranos en cuanto a la venta de buñuelos en época navideña. La gente los reconoce, les agrada y los prefieren, lo que se demuestra en la cantidad de amasijos que venden.
“A veces vendemos seiscientos, o hasta más de mil buñuelos en un día. En esta época la venta se dispara al cien por ciento, la gente nos prefiere por la calidad, y porque la gente ya nos conoce y se fideliza con nosotros”, comentó Luis Miguel.
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Por otro lado, Erika, añadió que para ellos no es un sacrificio madrugar a las 2:00 de la mañana, porque es una experiencia gratificante participar de este tipo de celebraciones e interactuar con las personas.
“No es tanto como un trabajo, uno se ríe, trabajamos en equipo, somos una familia de diez vendedores y mis tíos, que desde las 12:00 de la noche ya están haciendo el producido. Lo importante es la actitud y la calidad del buñuelo. Yo creo que los clientes ya lo quieren a uno y lo escogen por el tiempo y la forma en como los atendemos”, expresó Erika.
Una tradición continúa despertando a más santandereanos
Aunque en regiones como Norte de Santander y el occidente de Venezuela también madrugan a rezar las novenas, varios sacerdotes coinciden en que en nuestro departamento, esta costumbre está mucho más marcada.
De esta manera, ritual religioso o tradición, las novenas de navidad en la madrugada están ligadas intrínsecamente a la idiosincrasia de nuestra región, lo que se convierte en una bella práctica que reúnes a todo tipo de personas y que, alegremente, continúa desvelando a más de una generación.