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Alexander Arciniegas
Miércoles 02 de diciembre de 2020 - 12:00 PM

Lega, legalización

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En una reciente entrevista Omar Flórez Vélez, alcalde de Medellín en las épocas de Pablo Escobar, reconocía la posibilidad de legalizar las drogas, advirtiendo que el Estado debe atender “la pandemia social” que hoy también golpea a los colombianos.

Al mismo tiempo y a propósito de los debates suscitados por la muerte de Maradona, creo que muchos de quienes condenan al mejor jugador de todos los tiempos, lo hacen desde la criminalización del dependiente químico, un prejuicio que a su vez sustenta la guerra contra las drogas.

Quienes se rasgan las vestiduras cuando se plantea la necesidad de regular sustancias como la marihuana, me recuerdan la frase de Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Es una locura el discurso prohibicionista del Ministro de Defensa o el senador Santiago Valencia, pues las cifras de cultivos ilícitos, producción de cocaína y consumidores, hoy son más altas que las que teníamos en 1999 a pesar de haber malgastado en plomo y el cancerígeno glifosato, 140.000 millones de dólares con el Plan Colombia.

Por culpa de esas posiciones insensatas el país está pagando un alto precio no solo económico sino en vidas humanas, al dilatar la adopción de políticas de regulación que en casos como el de Uruguay han mostrado su eficacia al aumentar los ingresos del Estado; disminuir la violencia y el encarcelamiento de jóvenes y mujeres pobres. Por eso, en México y en Israel, potencia en la exportación de marihuana, también avanza la legalización.

Ojalá el proyecto de ley que en Colombia autoriza la siembra, la distribución y la venta de marihuana con monopolio estatal, sea una realidad. La postura que sobre el tema tienen los demócratas en Estados Unidos favorecería este paso decisivo para en un futuro cercano, regular la cocaína cuyo comercio ilegal ha financiado nuestras violencias. La exportación legal de cannabis medicinal o recreativa a mercados como el estadounidense, generaría oportunidades reales para la reactivación económica y el empleo, haciendo que empecemos a atender las causas de nuestros problemas y dejemos de ser “adictos “al fracaso.

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