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Cultura
Viernes 23 de septiembre de 2022 - 12:00 PM

Ha llegado nuestra hora de contar: Diana Ojeda, directora de Las Bravas

La directora santandereana y creadora de Cine Latina, Diana Ojeda, recibió el mes pasado el premio Princesa Grace por su cinta Las Bravas, y hoy cuenta su historia y su percepción sobre las mujeres en el cine.

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Fotos suministradas / VANGUARDIA
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Fotos suministradas / VANGUARDIA

Diana Ojeda vivía cerca del famoso Teatro Riviera en su juventud. Cuando aún era una estudiante de bachillerato en la Normal Superior, con su hermano y sus amigos de la calle 34 iban de manera recurrente al teatro, pues todos eran amantes del cine y veían sus “aventuras juveniles reflejadas en la pantalla”, cuenta.

“Éramos muy fans de ir al teatro Riviera a ver películas. Y, de hecho, mi hermano y varios de mis amigos de ese grupo nos dedicamos al cine con el tiempo. Allí me fui enamorando de las películas”.

El Riviera, que abrió sus puertas el 23 de marzo de 1973, estuvo activo hasta 2008 y durante los años noventa seguía trayendo películas de cartelera, a pesar de que los cinemas de los centros comerciales acaparaban casi toda al atención.

Una noche, los padres de Diana la llevaron a ver Kalibre 35, estrenada en el año 2000, dirigida por Raúl García y protagonizada por Robinson Díaz y Juanita Acosta. Era domingo. Ese día, en la vida de Diana empezó a trazarse un destino.

“Me enamoré de las imágenes y empecé a hacer fotografía, pero por cosas de la vida entré a estudiar Derecho en la Unab. Sin embargo, teníamos un grupo de amigos de la facultad con los que creamos un grupo que se llamaba CinEstrato. Nos encantaba el cine político y hacíamos actividades de ayuda humanitaria. Eso es algo que siempre ha sido parte de mi vida”, cuenta Diana desde San Francisco en una entrevista con Vanguardia.

Diana Ojeda ha combinado en su vida esas dos pasiones: el cine y los derechos humanos, el activismo.

Diana Ojeda filmando Pantaleón. Cepitá, 2014. Foto suministrada/VANGUARDIA
Diana Ojeda filmando Pantaleón. Cepitá, 2014. Foto suministrada/VANGUARDIA

Diana Ojeda filmando Pantaleón. Cepitá, 2014. Foto suministrada/VANGUARDIA

Cursando todavía su carrera para ser abogada, se organizó para visitar a las personas desplazadas que se ubicaban en Girón. Procuraba grabar algunos videos y tomar algún material fotográfico. Su papá se percató de su sensibilidad.

“Me dio una cámara de fotografía y una cámara de vídeo Súper 8, una Sony, y empecé a grabar a las personas que estaban en Girón. Ese es mi primer material como documentalista”.

Por lo general, “los directores de cine no sabemos qué es lo que vamos a hacer, pero tenemos una cantidad de diarios de imágenes y pequeñas historias que nunca terminamos en la juventud y que con el tiempo se convierten en películas”.

Y en su juventud, con apenas 21 años, Diana partió con rumbo a Estados Unidos. Allí exploró diferentes expresiones artísticas y, un buen día, escribió su primer largometraje de ficción: El mundo de Verona.

Dice que le resulta fácil pensar en términos audiovisuales, que es la capacidad de ver la escena en la mente y poner en papel sus detalles, cómo se moverán los actores en el espacio, qué dirán.

Y con este material en su maleta, volvió a Colombia para estudiar artes audiovisuales en la Unab, a mitad de la década del 2000.

“Mi primer trabajo ganó un premio en la universidad”, cuenta. Estuvo inspirado en El mundo de Verona: “un film minuto acerca de esa misma historia: una joven que está luchando para ser ella misma y que atraviesa por una ruptura con su mamá porque quiere que sea bailarina de ballet. Es una historia a la que le tengo muchísimo cariño”.

Su hermano, Mateo Ojeda, compositor galardonado con varios premios, se encargó de la música.

“Visualicé ese guión para ser rodado en San Francisco y, después de muchos años vine aquí a vivir, estoy haciendo la Maestría en la Universidad Estatal de San Francisco y vamos a rodar la película con la comunidad china”.

Diana Ojeda en Bogotá, en 2013, cuando se llevó el Mejor documental nacional por Los hijos del Catatumbo. Foto suministrada/VANGUARDIA
Diana Ojeda en Bogotá, en 2013, cuando se llevó el Mejor documental nacional por Los hijos del Catatumbo. Foto suministrada/VANGUARDIA

Diana Ojeda en Bogotá, en 2013, cuando se llevó el Mejor documental nacional por Los hijos del Catatumbo. Foto suministrada/VANGUARDIA

Diana Ojeda siempre se ha caracterizado por ser una luchadora. Reconoce que el camino no es fácil y es por eso que sí, que en verdad hay que “pelearla”, como dicen.

Su primer documental, proyectado en 2006, tuvo como hilo conductor el desplazamiento forzado en el Catatumbo, fue hecho para el Colectivo de Abogados Luis Carlos Pérez y se encuentra en la Cineteca Pública de Santander, a cargo de Lizbeth Torres como parte de la memoria histórica del cine santandereano.

Por su formación en el ámbito del derecho, Diana Ojeda tiene ese instinto investigador y es por eso que sus cintas y documentales reflejan profundidad y comprensión del contexto.

Otra cosa que le trajo el trabajo en Derechos Humanos fue la “costumbre” de desenvolverse en equipos donde se percibe un mayor respeto por las mujeres. Donde hay más equidad.

El cine, en medio de su magia, creatividad y sensibilidad, es “duro de roer” a la hora de desafiar los estereotipos de género.

“Ser una mujer en el ámbito cinematográfico es un reto muy grande. Venía del ámbito de los derechos humanos, donde las mujeres han conquistado unos espacios muy importantes, y estaba acostumbrada a una situación de respeto e igualdad. Cuando entré al mundo del cine me sorprendió que es muy común ver que a las mujeres productoras se les quitan los proyectos, no les paga, que las borren de los créditos: a mí me pasó muchas veces. Nos quitan las ideas, se quedan con los guiones. He vivido esas situaciones de una manera muy intensa porque Santander es particularmente machista”.

Pero su lucha incansable dio frutos y con Pantaleón (2019) la historia de un niño campesino forzado a ir a la guerra, Diana Ojeda fue reconocida por su trabajo a nivel internacional. Entre las críticas que recibió se señala que su dirección fue “magistral”.

Su familia y amigos la motiva a luchar contra las injusticias que otros viven, contra las que ella misma vive.

“Y esa resiliencia que me enseñaron en mi familia es lo que me ha mantenido en pie en el cine, escribiendo historias de mujeres, escribiendo historias de viajes reivindicativos de las personas”.

Y agrega que “Entre más mujeres se animen a contar sus historias, a lograr sus sueños, a arriesgarse a ser ellas mismas en este mundo del cine, se hará una revolución donde nosotras contemos cómo se vive el mundo desde la orilla femenina. Los hombres han contado la historia y han representado los personajes femeninos desde su perspectiva, que si bien tiene su validez, nosotras lo hacemos desde el conocimiento de ser mujer, desde la subjetividad femenina”.

Su reflexión es fuerte y contundente: “Vamos conociendo las obras de otras artistas, de otras cineastas, y eso es algo muy interesante y novedoso y nos corresponde a nosotras hacerlo. Es nuestro tiempo, ha llegado nuestra hora de contar”.

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Publicado por Paola Esteban

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