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COVID-19: Frustración en alza en América Latina
- Fotoilustración / VANGUARDIA
América Latina no es solo la región más castigada por culpa de la pandemia de la COVID-19, sino también donde sus efectos se han manifestado con mayor fuerza en las calles, como una reacción en cadena.
Un ciclo de protestas y estallidos sociales sin precedentes se extienden por buena parte de la región, en países como Chile, Perú, Colombia, y en los últimos días en Guatemala -cuyo Congreso terminó en llamas- producto del descontento social debido a largos confinamientos, debacle económica y profunda desigualdad.
Las razones sobran: más de 12,5 millones de contagios, al menos 435 mil muertes, 47 millones de desempleados, 1,8 millones de más pobres y una caída del PIB del 8,1%, casi el doble que el promedio mundial, desde que el 26 de febrero pasado el coronavirus irrumpió en la región, en la ciudad brasileña de Sao Paulo.
El impacto en las economías y los largos confinamientos, que ya suman ocho meses, han sido determinantes para acrecentar las tensiones en una América Latina epicentro mundial de la pandemia, cuyos ciudadanos están evaluando a sus líderes en medio de la crisis sanitaria.
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“Las razones que afectan la gestión de la crisis sanitaria han sido transversales a los países, independiente de la forma de Estado y la forma de gobierno que los caractericen”, explica María Eugenia Bonilla, directora del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab.
Dentro de esas razones, enumera, la debilidad institucional, los problemas de gobernanza, la falta de coordinación e integralidad de los gobiernos nacionales y subnacionales, lo mismo que la generación y la gestión de la información.
“Adicionalmente, y de manera determinante hay que destacar que en América Latina las apuestas de política pública y las decisiones de descentralización de la prestación de servicios públicos, afectaron de manera radicar el sistema de salud pública”, describe la docente e investigadora de la Unab.
Bonilla también se refiere a factores como la corrupción y la ausencia de una cultura política respetuosa de lo público, como elementos de malestar y de rechazo social.
Gobiernos no han estado a la altura
Tampoco los líderes, los Congresos y los gobiernos en general han estado a la altura de la pandemia, lo cual se refleja en el descontento de la ciudadanía y de las organizaciones sociales, subraya por su parte Rosembert Ariza, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia.
Considera que al igual que en otras partes del mundo, los gobiernos de América Latina y el Caribe han tenido que enfrentar esta expansión de la COVID-19 y sus graves efectos.
Uno de los efectos más evidentes, en su criterio, es que ha tocado a todos los países y a todos los sectores sociales, sin excepción alguna, pero particularmente a los que han sufrido la desigualdad de manera histórica en la región.
No hay que olvidar que América Latina es la región más desigual del mundo, según la ONU. El 10% más rico en América Latina concentra una porción de los ingresos mayor que en cualquier otra región (37%), mientras que el 40% más pobre recibe la menor parte (13%).
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“No sabemos por cuánto va a prolongar la pandemia o las víctimas que va a generar, lo que es evidente es que estamos siendo severamente afectados y los gobiernos no están haciendo todo lo que tienen que hacerse con la celeridad, eficacia y eficiencia que se requiere”, insiste.
La cuestión económica del continente tampoco es la mejor, asegura Ariza, quien advierte que la situación en América Latina “es bastante frágil, incluso antes de la aparición del COVID”.

En ese orden de ideas, recuerda que tras una década de crecimiento apoyado en el precio de las materias primas, en los últimos años se ha visto una ralentización del crecimiento económico, altas tasas de desempleo, y una enquistada desigualdad en el continente.
La suma de todos estos factores, añade el docente de la Universidad Nacional, ha dado como resultado una inestabilidad profunda en el contexto latinoamericano.
Otro elemento que identifica es la falta de inversión en educación e infraestructuras; falta de productividad e inestabilidad política, que han sido “un lastre en el crecimiento latinoamericano que no se han solucionado, y estos problemas, cada vez van a ser más evidentes”.
Esta crisis que ya se dibuja en el horizonte también tiene que ver con el papel del estado de autoridad y la violencia que las fuerzas policiales ejercen al respecto, menciona Ariza.
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Juan Carlos Rozo, profesor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Houston, en Estados Unidos, atribuye la crisis latinoamericana en tiempos de pandemia a la precarización.
Es decir, “la forma en que la red de la asistencia social que se estuvo construyendo durante el siglo XX en América Latina, por diferentes gobiernos, de diferentes corrientes ideológicas tanto liberales como conservadores”, se fue precarizando en la segunda mitad del siglo XX.

Esta nueva realidad, según el experto, fue erosionando el sistema de asistencia social en las poblaciones, pero nunca hubo una crisis transversal, como ha sido esta pandemia, la cual dejó de manifiesto que tan precarias están las instituciones financieras.
Rozo llama la atención en la confluencia histórica en la que varios países de América Latina, además de Estados Unidos, están siendo gobernados por líderes de la derecha y quienes deben atravesar esta crisis sanitaria.
“De repente hay una desconexión total entre la necesidad de la población y los programas políticos y económicos que están llevando a cabo bajo esos gobiernos”, argumenta el experto, señalando como referente el caso de Guatemala con el presidente Alejandro Giammattei.
Rozo remarca, por último, que la única forma de llamar la atención, de alguna manera para tener una voz o voto que pueda cambiar todo ese proceso, es por medio de las protestas, una vía más inmediata y en muchos casos, efectiva.
