Actuar con mesura no significa, necesariamente, que el ritmo sea lento o que el tiempo empiece a malgastarse, por el contrario, es avanzar a paso seguro pero corrigiendo los errores que hasta hoy se han cometido.
Guanentá
Remando, mujeres hacen paz y cambian estereotipos
Remar es una actividad maravillosa, espectacular, llena de adrenalina y capaz de cambiar imaginarios y estereotipos. Los conceptos fueron dados por las integrantes de dos equipos participantes del Campeonato Nacional de Rafting que se desarrolla hasta hoy en las aguas del río Fonce, en la provincia Guanentá, Santander.
Entre los más de 100 competidores provenientes de diferentes partes del país se destacaban 10 especialmente, quienes conformaban los dos únicos equipos de mujeres. Unas, provenientes del Cáqueta, de San Vicente del Caguán, puntualmente; y las otras locales, de San Gil, población conocida por ser la cuna del rafting en el país.
Al ser los únicos equipos de la categoría femenina, se enfrentaron durante todo el fin de semana, probándose, midiendo sus capacidades, intentando vencer a sus colegas. Como es apenas lógico, la meta de los dos equipos era ganar, pero más allá de eso la participación en el campeonato tenía otro fin, que iba más allá de una medalla o un trofeo.
Que entre casi 20 equipos apenas dos sean de mujeres, deja claro que el rafting, sin proponérselo, es un deporte liderado por hombres y en donde ellas con su tenacidad quieren abrirse un espacio.
Cambiando imaginarios
Tras la firma del acuerdo de paz en Colombia en 2016, en algunos territorios las comunidades como la de San Vicente del Caguán, históricamente víctimas y olvidadas en medio del conflicto armado, iniciaron procesos de transformación.
Uno de los mejores ejemplos de reconciliación lo dieron los integrantes del equipo ‘Remando por la Paz’, en donde han participado personas reintegradas de la antigua guerrilla de las Farc, militares y miembros de la comunidad.
Como parte de ese ejercicio nació el equipo de mujeres que este fin de semana llegó con la delegación caqueteña.
Aunque habían entrenado hace más de un año, antes de la pandemia con el objetivo de participar en un encuentro de la especialidad en el exterior, este grupo de mujeres campesinas, madres de familia y ante todo trabajadoras, se volvió a juntar hace un mes aproximadamente para ejercitarse y llegar con toda al encuentro nacional.
Leidy Lorena Leyva, con tres años de experiencia en el rafting y que ha ido dejando su trabajo en el campo por de los rápidos, los remos y los botes, confesó que este deporte le cambio la vida a ella y lo está haciendo con mucha gente en su región.
“Todas somos campesinas, luchadoras, madres cabeza de hogar y sabemos que tenemos que salir adelante y trabajar por la paz”, aseguró.
Más que un deporte, el canotaje, como se le conoce popularmente a la actividad, le dio la oportunidad a esta región y sus pobladores a contar su historia, su cultura, sus tradiciones y desligarse de ese paso desgarrador de la violencia.
La más pequeña del equipo, Michelle Rojas Chica, una joven de apenas 16 años y quien está terminando el colegio para empezar a estudiar sociología, cuenta que una de sus principales motivaciones para unirse al equipo fue esa necesidad de transformar su territorio y con cada remada sentir que estaba ayudando a la paz de su pueblo y su país.
La paz le ha permitido a este grupo de mujeres - cinco en total - soñar con un mejor país, un nuevo presente, vencer sus miedos y reencontrase con miembros de su familia, como es el caso de Lorena Barragán, que ahora ve más seguido a algunos de sus seres queridos, que durante años solo caminaban con botas entre la selva.
Abriendo espacios
La de las guerreras sangileñas es otra historia. Sin los líos de la guerra como sus contrincantes, de ellas es una meta de inclusión, porque si bien nadie le dice que no a la participación de las mujeres en el rafting, pocas se le miden al reto.
Katherine Bayona Pérez, la capitana del equipo y kayaquista desde hace tres años, dice que faltan dos cosas: Una es que haya más incentivos para que otras se atrevan a experimentar la experiencia y otra es la confianza de creer que sí se puede y tienen todo para hacerlo.
La necesidad de incentivar a las mujeres del municipio y especialmente a las jóvenes a hacer este tipo de actividades fue justamente lo que motivó a Lina Margarita Ramírez Torrres, una atleta mayor de 40 años, a unirse a esta aventura. Ante la baja acogida que estaba teniendo la convocatoria de conformación del equipo, ella asumió el reto y espera que muchas otras lo hagan.
Milagros Morales tuvo que vencer su miedo a los rápidos y en medio de una que otra caída con tomada de agua incluida, ahora sueña con llegar algún día a un campeonato mundial y que muchas más deportistas decidan probarse a la emoción de subirse a un bote y remar en medio del río.