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La Ruta del Misterio Santander: El ‘seminario del diablo’ en Servitá
A pesar de que la edificación da señales de su cercana desaparición, la historia que resguarda se mantiene en sus muros, en su suelo y en la mente de los pobladores.
Lo que queda de esta edificación, que según relatan los habitantes de la zona albergó a más de 300 seminaristas, demuestra que era una maravilla arquitectónica. Su extensión podría compararse a lo que hoy es el estadio Álvaro Gómez Hurtado, ubicado en Floridablanca. El claustro religioso contaba con piscinas, canchas, dormitorios, capilla, oratorios, cocina y tenía 3 niveles y una terraza.

‘Un diablo’ en el seminario
Son muchas las leyendas que rondan al rededor de este misterioso lugar, pero sin duda alguna, la más famosa y conocida es sobre una escultura tallada en madera con la forma de lucifer y que se encontraba dentro del sitio.
Cuentan las personas que hace muchos años un hombre cortó un palo de mortiño y empezó a tallar la figura del ‘diablo’. Al parecer, esta fue tan perfecta que el demonio se le apareció y le preguntó por qué lo había hecho de tal manera, como si lo hubiera visto antes. Es así como Lucifer decide matar a este hombre, dejando la estatua a la deriva, que es recogida después por los seminaristas para resguardarla por mucho tiempo dentro del claustro.
Amanda Picón de Pacheco nació en Servitá hace 79 años y afirmó que alcanzó a ver el seminario funcionando, pero sobre todo, pudo a conocer la famosa estatua.
“Es verdad, yo la conocí. Detrás de la imagen de nuestro patrono ‘mi padre Jesús’, tenían al ‘diablo’. Yo no sé cómo resultó eso ahí”, dijo.
De igual forma, hay múltiples comentarios acerca de que los curas le pedían a la comunidad que le llevaran salvado a la estatua para que esta no siguiera haciendo mal. Sin embargo, hay personas que dicen que los padres utilizaban esto como estrategia para recolectar comida para los cerdos que tenían dentro de la propiedad. Otros dicen que eran las brujas quienes le llevaban el alimento como una muestra de la entrega de sus vidas a su servicio y para que el demonio cumpliera todos sus deseos. Todo esto son leyendas y mitos sin confirmar.

Según aseguró doña Amanda, el hombre tallado en la escultura medía cerca de un metro con ochenta, era delgado, tenía nariz respingada y vestía un chaleco azul con pantalones rojos y botas negras.
“Era muy simpático porque así seducía a las muchachas”, comentó doña Amanda entre risas.
También relató, cómo, a pesar de que ya lo había visto varias veces, la figura, de alguna manera, un día le infundió mucho miedo y la ‘echó a correr’.
“Estaban arreglando la iglesia y llevaron a guardar los santos a la sacristía. Un día fui por la mañana a ponerle flores a ‘mi padre Jesús’ y encontré la puerta de la sacristía abierta. Yo me metí a escondidas a mirar qué había y estaban todas las imágenes tapadas con una tela morada. De pronto, a mí me empezó a dar mucho miedo, pero seguí caminando y le levanté ese trapo a una de las esculturas y precisamente era la del diablo. Yo lo que hice fue apretar carrera hacia el atrio y esa fue la última vez que lo vi.”, contó.
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Por otro lado, Rita Silva Camargo, quien llegó a vivir al corregimiento hace más de 50 años, alcanzó a ver el seminario en todo su esplendor, cuando todavía por sus pasillos transitaban padres, jóvenes y cuando la imponente estructura estaba firme y llena de vida.
“Ahí habían muchísimos jóvenes y padres de todo tipo. Dicen que había una estatua de un diablo, pero yo nunca lo vi, la gente contaba y a mí me daba miedo entrar. Los padres sí decían que los que quisieran verlo, tenían que llevarle salvado. La gente no entendía por qué tenían esa figura al lado de ‘mi padre Jesús’”, relató.

En cuanto a la imagen, nadie sabe qué fue de ella. Muchos dicen que se destruyó, otros creen que los seminaristas se la llevaron cuando se fueron, también están aquellos que cuentan que fue trasladada hasta Buga. Sin embargo, se desconoce el paradero y el destino de esta extraña figura, si sigue intacta, o si, al igual que el seminario, solo queda en algunas piezas.
Un ‘adiós’ del que se desconoce su razón
Otro de los misterios que abundan en torno a este enigmático lugar, es la razón por la que esta comunidad religiosa abandonó el corregimiento. Un día, los habitantes de Servitá se despertaron con la noticia de que los seminaristas y sus estudiantes habían recogido todo lo que tenían y se habían ido sin dejar rastro.
Hay personas que relatan la historia de un estudiante del seminario que se ahogó en una laguna cercana, la cual se secó con el tiempo porque fue maldecida por los padres. Después de este suceso, los religiosos se marcharon.
También, hay otras historias que narran cómo esta gente se dio cuenta que en el seminario se escondían múltiples tesoros y oro, lo saquearon y huyeron a un lugar lejano por medio de unos túneles que conectaban a las afueras del pueblo.
“Los padres se fueron de aquí el 26 de enero de 1966 porque no tenían algunos recursos y tenían muchos alumnos y les tocó buscar para dónde irse”, afirmó doña Amanda.
Y es que la gente dice que, gracias a esta comunidad religiosa, la economía del corregimiento era muy buena, pues debido a la cantidad de estudiantes, era abundante la comida que se compraba para alimentarlos. Del mismo modo, venían muchas personas constantemente para conocer el lugar, ir a las famosas eucaristías que hacían y visitar a los jóvenes que se prepararían para ser padres.
Es por eso, que después del abandono, Servitá no volvió a ser igual, pues la soledad envolvió todo el lugar. El número de visitantes o turistas se redujo casi a cero y el paso del tiempo fue inclemente, no solo con la impresionante edificación que se alzaba sobre las humildes casas de tapia pisada y barro, sino con todo el cacerío.
No se sabe por qué nunca nadie llegó a responder por el predio y por qué dejaron que la estructura se convirtiera en cúmulo de ruinas.
Un recorrido al interior del seminario
Para poder entender y sentir todos los misterios que resguardan las paredes y pasillos de lo que fue este claustro religioso, era necesario entrar en este edificio y recorrer todo el terreno.
Lo primero es llegar a Servitá, que queda a aproximadamente 2 kilómetros de El Cerrito, desde allí, puede viajar en carro, cuyo recorrido es de 15 minutos.
En Servitá se respira un ambiente frío y de profunda calma, son pocas las personas que se observan, el único ruido que se escucha es de los pájaros, los perros que alertan de algún visitante extraño y las campanas de la pequeña iglesia, que pocas veces resuenan.
Justo al lado de la iglesia blanca, generando un evidente contraste, se encuentra el famoso seminario.

Entramos por una ventana. Nos recibió el fuerte olor a excremento y humedad. No había baldosa, el suelo estaba lleno de barro, piedras y desechos. Ese primer pasillo por el que caminamos, parecía no tener fin, conducía a unos baños, a unas escaleras que llevaban a los pisos superiores y a múltiples habitaciones.
Las paredes están llenas de grafitis, dibujos y garabatos. Los lugareños, cuentan que el ejército aprovechó la estructura para convertirlo en un cantón militar que funcionó por muchos años, es por eso que algunas pinturas hacen referencia a sus viviencias.
En el lugar se siente mucho terror, quizás por las soledad comparada con las impresionantes dimensiones. Sin embargo, al transitar por la cocina, justo antes de bajar por unas escaleras que conducían a una especie de cuartos subterráneos, el ambiente se tornó denso. Un miedo inexplicable se apoderó de nosotros. Al bajar, observamos que esta era una de las partes más obscuras y tenebrosas del seminario. En ese sitio, dicen, se suicidó un soldado hace mucho tiempo.
Había también un pequeño parque central que conectaba la estructura. Atrás, había una extensa zona verde, en donde se apreciaba otra cara de la mansión. Se podía observar lo que fueron las piscinas, las canchas, y una especie de bosque.

Una de las paredes tenía unos grabados que se relacionaban con algunos filósofos de Grecia y Roma, el trazado era impecable, pero era poco percibido por la suciedad y las secciones de pared que ya colapsaron.
En total, fueron casi dos horas las que nos tomaron para inspeccionar y caminar por todo el sitio. Subimos a los pisos superiores y a la terraza, en estas partes hay que estar alerta y tener mucho cuidado, pues hay lugares de la estructura que se encuentran muy endebles y podrían venirse abajo.
Cayó la noche y apareció también el terror. Al estar en completa obscuridad, con nuestra linterna ‘veíamos’ cualquier clase de figuras, y como el edificio está completamente deshabitado, los incontables ruidos producidos, quizás, por animales y el viento, exhortaban al suspenso y al miedo. Es así como, al salir, era imposible no sentirse pasmado con la experiencia vivida.
El lugar está abandonado, nadie ha hecho algo por intentar recuperarlo o restaurarlo. Este tesoro, oculto entre las montañas, merecer ser conocido y visitado por nosotros los santandereanos, porque, aunque esta edificación, llena de suspenso y misterio, esté a punto de colapsar, cuenta con una belleza inigualable que todavía se mantiene firme.
Texto: Danilo Prada
Video: Milton Velosa