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En Tokio fue oro, en Floridablanca lágrimas: así vivió el triunfo la familia de Nelson Crispín
- Julio Alvarado/VANGUARDIA.
A las 3:22 a. m., Ana Victoria Corzo prendió una veladora a la virgen y se sentó a rezar en compañía de su esposo Luis Antonio Crispín, en el comedor de la casa.
A 14 mil kilómetros de distancia, en Tokio, su hijo se alistaba para saltar a la piscina. Se había preparado para mostrar la casta santandereana en la final de los 200 metros combinados SM6. En sus más de 18 años de carrera, esta sería la oportunidad de concretar su más grande sueño deportivo.

Ni Ana ni Luis vieron la carrera. “Yo me levanté y me vine con mi esposo a rezar el Rosario. Le dije a uno de mis hijos que se encontraba en la habitación viendo la televisión que cuando él se tirara a la piscina me dijera: “Mamá, ya”. En ese momento oré con más fe, con todas mis fuerzas. Cerré mis ojos y le pedí a Dios”, menciona Ana con la emoción a flor de piel.
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Antes de que su hijo viajara a competir, le recordó lo orgullosa que está de ser su progenitora. “Que Dios me lo bendiga, que me lo proteja en esta pandemia y que Dios le dé sus bendiciones porque usted se las tiene ganadas. El Señor sabe que usted ha luchado por sus medallas. Dios le da la rapidez que necesita”, fueron las palabras que le salieron del corazón en el aeropuerto Palonegro ese día.
Ana tenía el Rosario en sus manos y Crispín miraba detenidamente la piscina. Los separaba la distancia, pero madre e hijo estaban concentrados en el mismo objetivo. A las 3:22 a. m., hora de Colombia, Nelson se lanzó al agua y empezó la batalla.
Fueron 2 minutos, 38 segundos y 12 milésimas en los que dejó su alma, su fuerza. En Floridablanca, Ana seguía rezando, hasta que escuchó el grito de su otro hijo que seguía atentamente la competencia. “Ganó mamá, quedó primero, ganamos la de oro”.
Varios vecinos del barrio Los Andes se despertaron por los gritos en la casa de los Crispín Corzo y no era para menos, una medalla de oro olímpica le daba los buenos días al país.
Crispín, un corazón gigante
Durante la infancia de Nelson, la familia Crispín buscó alternativas para estirar sus articulaciones.
“Yo quería ponerlo a nadar, porque como él era el único que es bajito, me decía constantemente que quería ser más alto y pensé que el deporte ayudaría a eso. Su hermano mayor lo llevó a las piscinas del Indersantander y el profesor William potenció lo que vio en él y así comenzó”, recuerda Ana con la mirada perdida en una de las fotografías de Nelson que cuelgan en la pared de la sala.

Como los baches que la mayoría de las personas atraviesan, Nelson tuvo un momento en su vida en el que dejó a un lado la natación.
“Él estaba estudiando en Piedecuesta y había dejado un poco de lado la natación. Un día me encontré a Moisés Fuentes y me preguntó ¿qué está haciendo ‘Crispi’? Yo le contesté que estudiando y me invitó a que lo llevara a Bogotá a competir. Él siempre ha sido muy ‘prendido’ a mí y no quería ir. Pero lo convencí y volvió a nadar. Entonces yo no tenía plata para el pasaje y Moisés me ayudó para que fuera. Ganó tres medallas, dos de plata y una de bronce, y con el dinero que recibió, lo primero que hizo fue regalarme una nevera”, sostiene Ana mientras acude a su memoria.
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José Alfredo Crispín, el mayor de los cinco hermanos de la familia Crispín Corzo, ha sido la compañía de Nelson desde la niñez. Él lo acercó a las piscinas del estadio para que iniciara su carrera. Antes de que comenzara su participación en Tokio 2020, Alfredo sostuvo una conversación con su hermano vía WhatsApp.
“Le dije que le metiera, que este año era el suyo. Nosotros estuvimos acompañándolo en Río y desde siempre había buscado la de oro. Hoy se le dio la primera, así como le dije”, afirma.
Como hermanos han sido confidentes de sacrificios, alegrías y tristezas, tanto de la vida, como del deporte. Con la voz quebrada, Alfredo recuerda el primer día que lo acompañó al Indersantander. Por su mente no se había cruzado la posibilidad de que algún día se convirtiera en un medallista olímpico.
“Con este deporte buscábamos que no se acomplejara, que siguiera adelante. La mentalidad de mi mamá era que pronto él pudiese crecer un poco más. Verlo aquella tarde por primera vez en el agua, siempre estará en mi memoria”, sostiene.
Convirtió las burlas en medallas
En la vida de Nelson han existido situaciones de rechazo. Lo que muchos han utilizado para mofa, él lo convirtió en motivación. Tiempo después, cuando comenzó a brillar en el deporte, las personas que se burlaban de él no pudieron evitar sentir admiración por sus logros.
“Cuando era más joven, no quería ir al colegio. Lo molestaban y hubo un tiempo que dejó de asistir. Se sinceró conmigo y yo lo llevé hasta la puerta donde estudiaba. Cuando regresé a la casa, una hora después, llegó también él. ‘Papá, yo no fui capaz de entrar’, me dijo”, recuerda Luis Antonio.

En su vida escolar encontró un ángel, un custodio, un respaldo, el salvaguarda que lo protegía de las burlas. “Carlos. Él se convirtió en su escudero”, recuerda Ana.
Ese amigo inseparable que no lo dejó solo en la Normal de Piedecuesta, tiempo después recibió la recompensa de su lealtad. “Cuando Nelson empezó a ganar y se acomodó bien, ayudó a Carlos para que entrara en la Policía. Ya está próximo a terminar su carrera. Siempre está muy pendiente de su amigo, nunca lo ha dejado de lado”, agrega la madre del ganador del oro olímpico.
Con la voz entrecortada y apretando un pañuelo en su manos para esquivar las lágrimas, el papá de Nelson cuenta que su hijo logró superar las burlas al cambiarlas por triunfos. “Así son las cosas en la vida. Todos los que se burlaban de él, hoy lo felicitan”, agrega.
Al borde del llanto, el padre del atleta lo describe con orgullo. “Es una persona muy sencilla, es muy buen hijo. Siempre está pendiente de qué nos hace falta”.
Recuerda con sentimentalismo el 6 de diciembre de hace dos años. “Él estaba en una competencia. Yo cumplo años el 6 de diciembre y lo llamé. Le dije ‘espero que mi regalo de cumpleaños sea la medalla de oro’ y cuando se la colgó al día siguiente, me la dedicó, ‘para usted papá’, me dijo”.
Una familia que lo ama
La felicidad es la invitada especial de este 26 de agosto en una casa semiesquinera con fachada enrejada del barrio Los Andes. Ana, Luis, Alfredo y el resto de la familia Crispín Corzo agradecen con una sonrisa a los vecinos que pasan por el frente y balbucean con euforia un ‘felicitaciones’.
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El llanto también pasa la puerta de la casa y se acomoda en los ojos de toda la familia. Pero no es un llanto de tristeza, es uno de orgullo. Nelson Crispín Corzo logró un récord mundial, una medalla de oro y la ovación de todo un país, pero su premio más grande lo espera en Santander. Son esos brazos cálidos que ansían abrazarlo. Esas sonrisas, parecidas a la suya, que esperan para besarlo. Esos seis corazones que estallan de orgullo.

“Si lo tuviera al frente, lo abrazaría, lo besaría, le daría gracias a Dios”, comenta Ana mientras trata de esconder sus ganas de llorar. Según ella, su hijo le ha dado muchas alegrías a su hogar. Por su parte Luis Antonio debe recurrir al pañuelo que tiene guardado en el bolsillo para secar el agua que se desliza por sus mejillas.
“Que siga siendo como siempre ha sido, humilde. Acá lo esperamos para darle ese abrazo que tanto se merece. Eso quiero que sepa”.
La madrugada de este jueves acompañará para siempre la memoria de los santandereanos. Uno de sus hijos dejó en alto el ‘siempre adelante, ni un paso atrás’, en otro continente. Nelson, quien hace unas semanas se preparaba en las piscinas de la carrera 30 con 14, hoy superó su más grande prueba deportiva en el agua de Tokio y salió victorioso.
Con 29 años y cuatro medallas olímpicas, ‘Crispi’ es la muestra de que no hay sueño imposible para una persona con determinación y disciplina.

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Periodista egresada de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Hace parte de Vanguardia desde 2019, para coordinar el proyecto de Vanguardia Kids. Ha apoyado el cubrimiento periodístico en Área Metropolitana, Economía, Nacional e Internacional. Actualmente hace parte del equipo digital. Ganadora del premio Luis Enrique Figueroa 2021 en la categoría ‘Mejor trabajo Promoción Turística de Santander’.
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