¿Qué hacer con Evo?
En medio de un desgaste en la opinión pública, una imagen política seriamente erosionada, Evo Morales intentar un cuarto mandato y gobernar hasta 2025 en Bolivia.
Con sendas victorias en las urnas, desde el 22 de enero de 2006, el otrora líder indígena cocalero se apresta a revalidar un cuarto período consecutivo en el ejercicio del poder, en los comicios del próximo 20 de octubre.
Pero sus aspiraciones de repetir en el cargo han dado pie a una lucha sin cuartel por parte de una oposición que aún se muestra débil, nada cercana a la población y sin propuestas claras para el país, tensionando la coyuntura política interna en medio de cuestionamientos en torno a un gobierno “dictatorial”.
Los principales candidatos opositores son el expresidente Carlos Mesa y un veterano político como Carlos Ortiz, quienes aún no han dado a conocer un plan concreto de gobierno.
Aunque los logros obtenidos durante los 13 años de gestión de Morales, traducidos especialmente en una bonanza económica, constituyen su mayor fortaleza de cara a las presidenciales, también es un factor que ha jugado en contra. Hay un hartazgo hacia su figura, un presidente que ha basado su gobierno en su propia persona, pese a que no haya un líder que se aproxime a la talla de Morales.
Fabián Acuña, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, opina que el caso boliviano evidencia un debilitamiento de la democracia y de las instituciones democráticas “porque al permanecer tanto tiempo en el poder genera incentivos para copar todos los organismos que podrían hacer contrapeso”.
Esto le ha permitido un nivel de discrecionalidad, alterar las reglas de juego a favor, incidir y de alguna manera debilitar a los opositores, agrega el experto.
En ese orden de ideas, Acuña explica que la oposición no ha consolidado liderazgos que confluyan en proyectos regionales, sino que, por el contrario, siguen atomizadas, lo que hace que no haya consenso.
Sin embargo, señala que también el mismo Evo Morales tiene la dificultad, lo mismo que su fuerza política, el MAS, de lograr liderazgos que garanticen su legado, y de esta forma, permitir alguna alternación en la Presidencia.
El docente de la Universidad Javeriana, igualmente apunta, que ese deseo de “atornillarse” en el poder, no es exclusivo ni de Evo ni de gobiernos de izquierda, también ocurre con la derecha.
Un punto de quiebre del mandato de Morales, fue sin duda, el resultado del referendo de enero de 2016, cuando se consultó a los bolivianos si se modificaba la Constitución para permitir la reelección indefinida. Aunque perdió en la consulta, Evo recurrió a “maniobras jurídicas”, a través del Tribunal Constitucional de Bolivia, que a finales de 2017 lo habilitó para optar por su cuarto mandato.
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De otro lado, Acuña hace mención a que si bien los proyectos que se asociaban con el Socialismo del Siglo XXI en América Latina, están en crisis, porque no lograron su intención, en el caso de Bolivia, hay una lectura distinta.
El docente universitario justifica lo anterior a los buenos indicadores en términos de desigualdad y crecimiento económico sostenido de Bolivia. Las cifras son elocuentes: Desde el 2006, el PIB ha crecido de 9.000 a casi 40.000 millones de dólares, el PIB per cápita se triplicó hasta pasar los 3.000 dólares, la pobreza se redujo para situarse en un 35%.
Aunque aclara “los indicadores económicos mejores no propiamente se relaciona con estabilidad política, y estabilidad política no propiamente se relaciona con calidad de la democracia; pueden existir autoritarismos estables”.
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Periodista de Vanguardia desde 1996. Egresada de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Editora de la sección de Tendencias y Vanguardia Kids. Editora nocturna.
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