sábado 01 de febrero de 2014 - 12:01 AM

Un paseo por El Túnel

Entre los grandes encantos de Buenos Aires están sus librerías. Caminar por Florida, Lavalle o Corrientes, y sumergirse en las librerías especializadas en libros antiguos; continuar desde Obelisco hasta la avenida Callao, recorrer unas ocho cuadras donde se encuentran librerías de todo tipo.

Cada una es un universo propio, así en todas el tiempo se apacigüe, y, cuando en ellas trabaja gente que sabe y que ama la literatura, los libros se revelan como verdaderos tesoros. En la Avenida de Mayo, por la misma acera del Café Tortoni, está El Túnel, dedicada a la venta de libros antiguos, de las más acogedoras en el centro porteño, un lugar que en primera instancia puede pasar inadvertido. Carlos Noli, su dueño, habla de la pasión de ser librero: “Mi oficio como librero data de hace unos treinta y cinco años, y la librería lleva veinticuatro años en este local. Fue declarada patrimonio cultural, y pertenece a un edificio que es patrimonio histórico” –se refiere al palacio Vera–.

Mientras charlamos, reparo en un libro de Borges: “Es nuestra especialidad, nuestra debilidad, Borges. Es una cosa muy rara, pero se dio con el tiempo, al conseguir primeras ediciones, entrevistas y cosas así”.

Se busca antiguo

¿Cómo adquieren los libros?: “Ponemos avisos, la gente se contacta con nosotros, y vamos a los domicilios para comprar bibliotecas particulares; ese es el mecanismo”. ¿Alguna biblioteca que recuerde con especialidad?: “Una que tenía varias primeras ediciones de autores argentinos y latinoamericanos fue lo más fascinante que me pasó”.

Le pido que me muestre las primeras ediciones de Borges, pero lamenta no tenerlas: “El tema es que como está el país ahora con el dólar favorable para el extranjero, hemos vendido en estos meses todas las primeras ediciones, todo lo que era Borges, Cortázar…, quedaron pocas, pero… le voy a mostrar esta, una primera edición hecha en cartón especial, de la editorial Galerna; se trata de alguien que murió la semana pasada y es un poeta grande que estuvo exiliado, Juan Gelman. Era un tipazo, no reconocido. Con Gelman pasa algo–así como con Borges, que hay gente interesada realmente y esnobismo–, que hay una cuestión: toda la parte de izquierda lo adora, y hay una parte que no lo odia, pero lo ignora”. De repente abre una vidriera y saca la primera edición de ‘El lanzallamas’, de Roberto Arlt.

En El Túnel se pueden encontrar libros desde diez pesos argentinos hasta tres mil dólares; todos con sello de calidad. “Aquí tengo una curiosidad: la primera edición de ‘Arjirópolis’, la obra que escribió Sarmiento cuando quería pasar la capital a la isla Martín García. De mil ochocientos y pico; es un proyecto del presidente”. Luego señala a su derecha una serie de libros de 1700, que hablan de mitología, y algunos libros de 1600. “En este momento no tengo libros de 1490 a 1500, pero esos serían los más destacados”.

Visitantes

“Por nuestro local han pasado infinidad de escritores: Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Álvaro Abós, José Pablo Feinmann y algunos otros. Hay muchos que se me escapan, pero, de los grandes, esos. Aquí viene desde el estudiante hasta el contador, el político; no hay un público, sino diversidad”.

Entonces, ¿hay comunidad lectora en Buenos Aires?: “Muchísima. Desde la época de la editorial Sur, que fundó Victoria Ocampo, que era una época de esnobismo en que se leía mucho en francés, porque era estar de moda; de ahí para acá no para nunca. Es más, la gente pudiente de Buenos Aires viajaba y traía sus libros; por eso aquí hay tan buenas bibliotecas de libros antiguos y un gran negocio editorial: la gente lee, realmente lee; bueno no todos, pero los que vienen acá sí”.

Virtudes del librero

“Hay que saber buscar, y saber buscar para el cliente. No hay que enamorarse del libro, que es lo peor que le puede pasar al librero, porque se queda con él y no los vende (risas). Imagínese que yo encuentro una biblioteca donde hay veinte primeras ediciones de Borges, y me quedo con ellas. Entonces el negocio se funde. Esa es una de las premisas fundamentales. Y después, tratar de traer material para distintas personas. Tener un poco para todos es el secreto”.

¿Es fácil sostener una librería en Buenos Aires?: “No, es una lucha; es difícil mantenerse, porque nosotros nos movemos con un público reducido. A pesar de que la gente lee–hay que decirlo–,se lee mucho «best seller», autoayuda, mucho de nada, y lo nuestro es distinto. A veces el negocio levanta cuando conseguimos muy buen material; a veces baja. En Buenos Aires hay mucha librería de usados, pero también cerraron varias, más de diez librerías en el circuito”.

¿Cómo se cuida un libro antiguo?: “Tiene que estar en un lugar seco y aireado, y tratar de vez en cuando de ponerlo en un «freezer» durante siete días para que no lo tome la polilla. Lo fundamental es que esté en un lugar ventilado; que no sea húmedo. A pesar de que hay libros de 1500, que tienen mejor papel que el de ahora, porque es entelado, algodonado, con hilo. Mirá a la derecha: 1669, y el papel está blanco; es increíble”.

Los libros y la vida

“Sí, yo me jubilo de esto; es más, no me jubilo. En este tipo de actividad seguís siempre. Yo tengo dos negocios en uno: uno donde viene la gente compra, y demás, y otro con los coleccionistas, que empiezan a convertirse en amigos, piden determinado libro, y uno sale a buscarlo. Los dos son divertidos. Hago lo que me gusta; si no no se podría llevar adelante este tipo de negocio”.

¿Un libro que le hayan pedido, y que su búsqueda se haya convertido en un desafío?: “Una guía de la empresa Bari de aviación, hecha por Borges y Bioy Casares. Algo muy difícil de hallar, porque entra a formar parte del coleccionismo. Después de muchos años conseguí una; carísima. O, de pronto, gente a la que le falta un tomo muy importante para completar una obra y aquí, de casualidad, mágicamente–porque acá pasan cosas mágicas–, aparece”.

En El Túnel me atrapó el libro de cuentos de Isidoro Blaisten ‘Cerrado por melancolía’. Blaisten es un escritor de Entre Ríos, periodista, fotógrafo y librero, que combina magistralmente el humor y la poesía en sus narraciones. En este libro se cumple lo que afirma el propio autor: “Un cuento perfecto es aquel que permanece; sobrepasa el entendimiento y la lucidez; toca el corazón de la gente”.

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