Las imágenes de manifestantes sin tapabocas portando carteles defendiendo su negativa a vacunarse o la libertad individual, y rechazando el certificado sanitario han venido ganando terreno, mientras la COVID-19 no da ‘respiro’ al mundo.
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Esta reticencia y recelo a vacunarse contra el virus SARS-CoV-2 viene propiciando las condiciones ideales para que las variantes del virus se propaguen libremente por los países.
Es más, la variante Delta, con una capacidad de transmisión hasta 60 veces superior a la del virus original, ya es dominante en Alemania, Reino Unido, Rusia, España, y Estados Unidos. Si a esto se le suma la desigualdad en el acceso a las vacunas, especialmente en países pobres, la pandemia ha tomado un curso muy peligroso.
Frente a la situación actual de la COVID-19, los gobiernos, especialmente europeos, se han visto obligados a ponerse en estado de alerta, y han hecho de la vacunación un asunto de interés nacional en medio de airadas protestas de ciudadanos que reclaman que ‘la libertad no se inyecta’.

En Francia, por ejemplo, se exige un certificado COVID para entrar a bares, restaurantes y discotecas. Alemania e Italia no descartan restricciones para los no vacunados.
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China, en tanto, prohíbe el ingreso a bares y karaokes a los no vacunados. Israel fue más drástico y prohibirá a partir del 8 de agosto próximo a los no vacunados la entrada en cualquier lugar público, incluidas las sinagogas. Y Estados Unidos evalúa exigir nuevamente el uso del tapabocas.
Científicos y expertos han advertido que las personas que no se han vacunado contra el virus, están lastrando los avances que se han hecho en materia de inmunidad a nivel global, y prolongan la meta de alcanzar la inmunidad de rebaño o comunitaria, lo cual proyecta la pandemia mas allá de lo esperado.

Estados Unidos es el mejor ejemplo del problema
Solo en España, el 83% de los actuales contagios son de personas sin vacunar, frente al 5,5% de vacunados con las dos dosis y un 11,4% con una sola dosis.
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Mientras que en Estados Unidos, el foco del problema ahora se centra en las personas no vacunadas, que representan en la actualidad el 99% de las muertes y más del 97% de las hospitalizaciones por la COVID-19.
Lo anterior resulta una paradoja, considerando que EE.UU., uno de los países con mayor acceso a los biológicos contra el virus y con más muertos por el coronavirus, aún la mitad de su población no está vacunada.
La pandemia es ahora un problema de los no vacunados, sentencia Leonardo Briceño, médico epidemiólogo y director del Grupo de Salud Pública de la Universidad del Rosario.
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“Si alguien se niega a vacunarse está en riesgo de enfermar gravemente o morir, extendiendo el problema en el tiempo y afectando al sistema de salud y a las personas con quienes se relaciona”, explica el experto, quien anota que es más probable el desarrollo de variantes nuevas del virus en ellos.
A juicio de Briceño, es un problema de educación y salud pública que se debe enfrentar “exponiendo claramente los argumentos científicos que soportan la vacunación a toda la sociedad para lograr consensos”.
En lo que se refiere al certificado de vacunación, el epidemiólogo recalca que debe exigirse en situaciones de riesgo. Es decir, a trabajadores de la salud y sociales que interactúan con otras personas; educadores, personal del transporte.
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La cuestión de un certificado sanitario en el caso de Francia y de Europa en general, se centra en una lucha compleja entre lo que significa la libertad individual y la vacunación, opina por su parte Dionne Cruz, presidenta de la Asociación Colombiana de Salud Pública.
Ahora bien, considera que lo que pasa con la COVID-19 es que es una enfermedad infecto-contagiosa que pone en peligro a otros.
Esto da lugar a un debate entre el interés particular y el interés general. Si bien Cruz afirma que debe primar el interés general, insiste en el respeto a las minorías y la definición autónoma de la propia condición de salud.

Un asunto de información
Desde el punto de vista de Fernando de la Hoz, médico epidemiólogo del Departamento de Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia, nadie debe ser obligado a vacunarse “porque de todas maneras es una intervención que puede producir molestias, incomodidades, o de manera rara, efectos adversos”.
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A la larga le da más elementos a los que esgrimen teorías conspiracionistas contra las vacunas, agrega. “Es decir, a largo plazo perjudica la vacunación, en general, como herramienta de salud pública”, advierte el experto.
Más allá de que no se vacunen, el problema de fondo es la cantidad de información falsa que se genera, asegura De la Hoz.
vacunas hay aprobadas por la Organización Mundial de la Salud, cuya efectividad varía del 60% al 95%.
De hecho, la Casa Blanca señaló directamente a Facebook, ya que en esa red social hay 12 perfiles activos que producen el 65% de la desinformación sobre vacunas en el país norteamericano.
Aunque el experto de la Universidad Nacional cree que se logrará la meta de vacunación mundial, dice que lograr futuras oleadas del virus está por verse, en la medida en que el papel de las variantes debe estudiarse mejor.
El epidemiólogo Briceño, a su vez, recomienda que los esfuerzos se enfoquen en mejorar la información en estados con bajos niveles de vacunación, promover medidas de salud pública, reforzar la protección de personas susceptibles y una tercera dosis de la vacuna a corto plazo.

El mensaje contundente a la población en general, según Carlos Enrique Trillos, médico epidemiólogo y docente de Universidad del Rosario, es la importancia de la efectividad de las vacunas anticovid.
En ese orden de ideas, subraya la necesidad de una labor de promoción y difusión sobre la importancia de protegerse contra el virus.
Lo que muestran las cifras, citando el caso de Reino Unido, un líder en vacunación mundial (con el 55,4% de la población completamente inmunizada) es que la curva de fallecimientos y el número de hospitalizaciones han caído, destaca el experto consultado.
Lo que significa, en su criterio, que las vacunas sí protegen en términos generales.
Trillos subraya que las medidas de control de ingreso o de circulación de personas, con el llamado certificado sanitario, lo que buscan es el bien común; “poner en la balanza riesgo-beneficio”, y entender “el impacto de una pandemia que nos afecta a todos”.
Las cifras muestran que las vacunas han marcado la diferencia en los lugares donde se han aplicado ampliamente como Reino Unido.