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Viernes 19 de octubre de 2018 - 12:00 PM

MeToo: Primer año de un fenómeno viral

En medio de un clima reivindicativo y nutriéndose de historias de mujeres víctimas de abusos y acoso sexual que salieron del silencio, el fenómeno viral de un hashtag es digno de examen.

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Harvey Weinstein
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Hace exactamente un año, bajo el hashtag #MeToo, se gestó desde Estados Unidos todo un movimiento social que irrumpió en las redes sociales, rompiendo el silencio en torno al abuso y el acoso sexual, y dejando constancia de la magnitud de un problema que parecía un secreto a voces.

El detonante, la revelación de la actriz Ashley Judd y otras colegas acusando al poderoso productor de cine Harvey Weinstein de acoso sexual, publicada a comienzos de octubre de 2017 en dos artículos en el New York Times y en la revista New Yorker.

Lo que vino después fue una reacción en cadena. Surgió espontáneamente, el 15 de octubre de 2017, cuando la actriz y activista Alyssa Milano, publicó en Twitter: “Si has sido acosada o asaltada sexualmente escribe ‘MeToo’ en respuesta a este tuit”. Fue tal su impacto, que el hashtag fue tuiteado casi un millón de veces en 48 horas.

Famosas actrices, estudiantes universitarias, amas de casa, y otras víctimas anónimas se atrevieron a decir “Yo también”, hasta convertirse en un fenómeno viral de escala mundial.

Más allá del valor de la iniciativa del MeToo para no perder de vista su principal misión, la de visibilizar la violencia de género extendida en todos los ámbitos de la sociedad, tal parece que la popular etiqueta ha servido para radicalizar el discurso feminista, incluso volviéndose en contra de las mismas mujeres, o convertirse en una ‘cacería de brujas’ de acosadores que terminaría por debilitar el movimiento a tal grado que podría diluirse en el tiempo.

Los riesgos son evidentes, advierte Suelen Castiblanco, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de La Salle en Bogotá, por tratarse de un movimiento que confronta fuertemente a la sociedad, “en la medida en que desafía el status quo y desafía lo establecido y hace que algunos segmentos de la sociedad se sientan incómodos y amenazados”.

Un ejemplo claro de ese sentimiento de amenaza, agrega, es el surgimiento de movimientos de hombres (#HeToo o #MeNeither) que reivindican que han sido víctimas de asaltos sexuales y de falsas denuncias, y que está siendo utilizado en algunas ocasiones como una estrategia para deslegitimar el movimiento.

Frente a este tema, Castiblanco señala que lo que se observa en las redes es “una postura de hombres versus mujeres que no es nada beneficiosa para ninguno de los dos y esos son los riesgos del movimiento en su afán de defenderlo, puede empezar a deslegitimarlo”. Esto, ha provocado que algunos sectores se sientan amenazados y en lugar de simpatizar con la causa, terminen desprestigiándola, añade la experta.

Sobre este punto, Juan Camilo Díaz, profesor del Instituto de La Familia de la Universidad de La Sabana, hace una distinción especial en cuanto a esta manifestación del feminismo generado por esta nueva ola del MeToo que hay que diferenciarla del feminismo radical que busca una imagen de la mujer versus el hombre.

Además el experto en Comunicación y Cultura Digital lamenta que estos movimientos tienen una intencionalidad inherente, y “son utilizados de manera estratégica y política por otros sectores que se aprovechan de esto para hacer ver al hombre como si fuera el principal enemigo de la mujer”.

Los hombres son vistos como “parias”, “estereotipos” y quienes oprimen, abusan y machacan la dignidad de la mujer, generalizaciones que a juicio de Díaz, no son realistas y sí muy peligrosas porque los someten al escarnio público.

En la misma línea, Castiblanco opina que otro error “es que algunos promotores del movimiento han querido venderlo en términos de que ‘los hombres nos atacan’, ‘los hombres son malos’ y tenemos que sacar a los hombres de la discusión, sin hacer muchas propuestas sobre que pueden hacer los hombres para luchar contra digamos sus privilegios masculinos”.

Igualmente destaca como digno de atención el caso de la actriz y directora italiana Asia Argento, una de las primeras mujeres en la industria del cine en acusar públicamente al productor Weinstein, convirtiéndose en una figura prominente del movimiento MeToo.

Luego, tras filtraciones a la prensa de que mantuvo relaciones sexuales con un menor de edad, y que le pagó para que callara esta situación, lo cual asestó un duro golpe de credibilidad al movimiento.

La docente de La Salle lo explica de la siguiente forma: “vivimos en un mundo en el que si un hombre dice una mentira, eso no castiga a todos los hombres, pero si una mujer dice una mentira, deslegitima todos los movimientos de mujeres; es peligroso que se termine perdiendo la oportunidad valiosa para que muchas mujeres cuenten de lo que han sido víctimas y se promueve un cambio real en la sociedad”.

El docente Díaz traslada el asunto a la etiqueta #MeToo como tal, indicando que el problema radica “en que creemos que cualquiera que publica algo en Twitter, ya tiene una verdad absoluta, no contrastamos la información, al punto que el tuit ya es sentencia”.

Aunque insiste en que no hay que desconocer que las mujeres han vivido situaciones de abusos y acoso por culpa de hombres, también ha pasado al contrario; y reconoce que esas generalizaciones son fruto de ese manejo inadecuado que se hace de la información.

Y concluye con una reflexión: “no podemos quedarnos con los 140 ó 280 caracteres, lo que se vuelve muy dañino y hace que la denuncia de aquellas que realmente vivieran la situación, pierda fuerza y credibilidad”.

Tomada de Internet / VANGUARDIA LIBERAL

“cacería de brujas”

Cristian Rojas, director del Programa de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, observa que este fenómeno viral puede convertirse en una “cacería de brujas”, cuando se despiertan ciertas sensibilidades y cuando una causa como la que defiende el movimiento MeToo se alimenta en la abundancia de casos de abusos. En resumen, buscar acosadores en todas partes y encontrar acusaciones en todo lugar y en todo momento. Entonces, allí puede darse una “hipersensibilidad en la relación entre hombres y mujeres, alimentado con lo que las feministas han llamado microagresiones”, explica tras advertir que se empezaría a ver que hay violencia de género en gestos que antes eran inocuos e inofensivos. Considera que no será una etiqueta de largo aliento, pero alerta que esa “nueva cultura” sí podrá mantenerse en el tiempo y transformar las relaciones sociales a distintos niveles con resultados impredecibles.

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Publicado por ÁNGELA CASTRO ARIZA

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