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Jueves 05 de marzo de 2020 - 12:00 PM

Una bumanguesa, cerca de la zona roja del coronavirus en Italia

Italia es el mayor foco del coronavirus fuera de Asia. Una bumanguesa que vive en este país europeo relata a Vanguardia cómo está viviendo el brote del virus, donde el aislamiento se ha convertido en la medida más recurrente y expedita para frenar su rápido avance.

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China es el epicentro de la epidemia de COVID-19, que se ha extendido a 85 países, incluido Italia, el tercero con más contagiados. (Foto: EFE / VANGUARDIA)
China es el epicentro de la epidemia de COVID-19, que se ha extendido a 85 países, incluido Italia, el tercero con más contagiados. (Foto: EFE / VANGUARDIA)

China es el epicentro de la epidemia de COVID-19, que se ha extendido a 85 países, incluido Italia, el tercero con más contagiados. (Foto: EFE / VANGUARDIA)

En los próximos 10 días, Ximena Niño permanecerá en una especie de “cuarentena” laboral como medida preventiva contra el coronavirus. Ella trabaja como agente de seguros para el Grupo Bancario Cassa Centrale en Italia.

Para esta bumanguesa, afincada hace 18 años en este país y quien vive en Pordenone, una pequeña ciudad de 50 mil habitantes situada al norte del país, muy cerca de la región considerada “zona roja” de contagio del COVID-19, en las últimas dos semanas su vida ha dado un giro de 180 grados.

Comenta que su jefe le pidió que se quedara en casa para reducir al máximo el riesgo de contagio en la oficina. Es decir, quedó en un tipo de “aislamiento domiciliario”. Su pareja, hace tres años, también se ha visto obligada desde hace una semana atrás a trabajar desde la casa.

Así como Ximena, los habitantes en Italia han cambiado su cotidianidad y rutinas diarias. Apenas salen a la calle, muchos trabajan desde sus hogares y renunciaron a frecuentar bares, discotecas y restaurantes.

Mantenerse a un metro de distancia es la nueva norma. Sin apretones de manos, beso en la mejilla, abrazos, reuniones, conferencias, clases en las escuelas, institutos y universidades. Ni ir a funerales, misas, matrimonios, gimnasios, museos, cines o teatros, explica esta periodista bumanguesa de profesión.

Incluso, los eventos del Vaticano en espacios cerrados quedaron cancelados, lo mismo que las carreras ciclísticas. Y los partidos de fútbol de la liga profesional italiana se celebran a puerta cerrada y sin espectadores.

En resumen, situaciones extremas que requieren medidas extremas, teniendo en cuenta la magnitud de la crisis sanitaria que afronta este país europeo con el COVID-19, que contabilizaba hasta ayer 148 muertos y de 3.296 casos en este país.

Tras la primera víctima, Adriano Trevisan, un jubilado de 78 años, de la provincia de Padua en la región del Véneto, y quien nunca ha estado en China (por lo que se desconoce cómo se contagió), el coronavirus se expandió a la velocidad de la pólvora en Italia.

En un abrir y cerrar de ojos, Italia se convirtió en foco de la epidemia del coronavirus en Europa, y el causante de ‘exportarlo’ a México y Brasil. Además es el tercero en casos en el mundo detrás de China y Corea del Sur.

Para contener el brote, el Gobierno italiano impuso acciones como cárcel de hasta seis meses y multas de hasta 250 euros a las personas que no acaten las medidas relacionadas con la cuarentena.

Ximena confiesa que la situación preocupa y hay mucha incertidumbre, especialmente porque vive a 20 minutos en carro de “la zona roja” del coronavirus, es decir las regiones de Lombardía, Véneto y Piamonte, un área de 50.000 habitantes.

En esta zona fue decretada una cuarentena hace dos semanas, y el estado de emergencia. Además cuenta con un cordón de seguridad militar, donde nadie entra o sale de allí.

Abstenerse del contacto

“La gente evita a toda costa estar junta, se conserva una distancia de seguridad, me lavo las manos varias veces al día”, manifiesta esta bumanguesa.

Y es que ha sido muy juiciosa a la hora de los cuidados en este caso. Tiene tapabocas en su casa pero no lo usa, porque dice que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no hacerlo a menos que la persona esté enferma para no contagiar a alguien más, y en su bolso, no le falta el desinfectante.

Asegura que el entorno, en general, es otro: menos gente caminando por la calle, solo lo hacen para ir al supermercado porque la prioridad es abastecerse lo más que puedan y el transporte público está más vacío. Todo esto, porque el virus se puede propagar a través de las superficies compartidas en estos medios de transporte, después de que alguien tosa o estornude.

Inclusive, los trenes se están desinfectando, cosa que recuerda no pasó con la epidemia del SARS.

Además lamenta que ya ni al cajero se pueda ir a retirar dinero, lo cual está perjudicando en su mayoría a los ancianos que no están acostumbrados a usar tarjetas débito como ella, “es un desastre lo que está pasando”.

“Anoche (miércoles) salimos a comer, los restaurantes no estaban llenos como antes y los negocios y pizzerías los están cerrando temprano, la gente prefiere quedarse en casa, ya que la gente trata de estar lo menos posible en espacios cerrados”, describe Ximena.

La razón, según ella, “hay un poco de desconfianza hacia la otra persona, porque uno nunca sabe con quién ha estado, en dónde o de dónde viene”.

Golpe económico

A Ximena le preocupa, igualmente, la situación económica. Los bares y los restaurantes trabajan a media marcha, y advierte que los daños se empezarán a notar dentro de poco tiempo.

El hecho de que el brote del coronavirus se concentre en regiones como Lombardía y Véneto, que producen el 30% del Producto Interno Bruto, PIB, del Italia, es otro factor inquietante.

De hecho, se refiere a la difícil situación que está atravesando una amiga, también colombiana, que tiene un hotel en Venecia , una de las ciudades más visitadas del mundo, y hoy epicentro del brote del COVID-19.

Afirma que está prácticamente “de rodillas” porque todo el mundo le ha anulado las reservas y exigiendo el reembolso del dinero.

“Venecia es una ciudad fantasma”, sentencia esta bumanguesa, recordando que esta ciudad famosa por su centro histórico, sus plazas y su carnaval -que este año fue suspendido-, ya fue golpeada por inundaciones en 2019.

Todo esto, sin contar, el impacto general para el país, pues Italia es el corazón y motor de la tercera economía de la zona euro, y esta crisis ocurre en un momento delicado por su débil crecimiento.

Aunque reconoce que hay miedo, le tranquiliza que el saber que el sistema sanitario italiano es de los mejores en Europa, aludiendo a una protección civil que es pionera en el mundo.

A esto se le suma, anota, que se están agilizando los grados de los estudiantes de Medicina y Enfermería en el país, porque hacen falta este tipo de profesionales para atender la emergencia, e igualmente dice que el Gobierno pidió que el personal médico y paramédico del Ejército y la Policía italiano se pongan al servicio de las estructuras públicas de salud.

Tenía una viaje planeado para Colombia, a finales de abril próximo, para visitar a su familia, pero admite que está “embolatado”.

Hace algunos días recibió un mensaje de la aerolínea Iberia, donde se le recomienda que cambie la fecha de viaje, y preferiblemente se quede en tierra para evitar problemas, porque “montarse en un avión con 130 personas, donde alguna puede estar enferma” es un riesgo que no quiere correr.

Ximena Niño considera que aunque lo que se vive en Italia, sin duda alguna, está poniendo a prueba la resistencia de todos sus habitantes, confía en que la situación no empeore, y que el país no quede aislado del resto de Europa.

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Publicado por Ángela Castro Ariza

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