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Silvia Otero
Martes 25 de enero de 2022 - 12:00 PM

Un caleidoscopio de desigualdades

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Estimados lectores de Vanguardia. A partir hoy los acompañaré como columnista cada quince días. Hace mucho tiempo me formé en la sala de redacción de este periódico en un semillero de jóvenes llamado Sardinos, que publicaba una página quincenal con nuestros escritos. Me da mucha felicidad volver a estas páginas 25 años después para hablar sobre temas de actualidad política, y especialmente sobre las problemáticas que estudié en mi doctorado en Ciencia Política y que investigo como profesora de la Universidad del Rosario.

Según datos del Banco Mundial, Colombia es el décimo país más desigual del mundo medido por el índice de Gini, y el segundo más desigual de América Latina, seguido tan solo por Brasil. Este panorama se agrava más cuando se tienen en cuenta otras dimensiones de la desigualdad. En Colombia se vive un caleidoscopio de desigualdades donde ser negro o indígena, ser mujer, vivir en el Pacífico o en el Caribe, estar en la zona rural y tener bajos ingresos interactúan y potencian la producción de desventajas.

Hasta hace muy poco no se hablaba mucho en el debate público de los altos índices de desigualdad en el país. Pero los eventos masivos de protesta social en 2021 y 2019 han empezado a hacer evidente que éste es un problema gigantesco que produce enormes descontentos y que deberá atenderse prontamente. De lo contrario, la bomba de la desigualdad seguirá estallando cada cierto tiempo, haciendo cada vez más difícil la convivencia.

Las estrategias del estado para enfrentar la desigualdad deben ser un tema principal del debate presidencial. En general, los estados tienen dos mecanismos para reducir las brechas: la política fiscal y el gasto social. De forma inverosímil, Colombia es el único país de América Latina donde el estado no hace prácticamente nada para reducir la brecha. El Gini de ingresos antes y después de tener en cuenta los impuestos que pagan las personas y las transferencias que reciben por programas sociales como Familias en Acción es prácticamente igual. Esto es muy grave. El estado debe y puede hacer mucho más para reducir las brechas.

En vez de centrar el debate presidencial en temas que afectan a muy pocos, como por ejemplo definiendo el futuro de la JEP, la aspersión con glifosato y la legalización de sustancias psicoactivas, el eje del debate debe ser cómo se va a atender la desigualdad y cuáles serán las propuestas en materia de impuestos para los más ricos y programas para los más pobres.

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