jueves 17 de febrero de 2022 - 12:00 AM

Guanentá

El francés que llegó a San Gil para aprender parapente

El francés de 28 años dice estar enamorado de Colombia, especialmente de San Gil y sus pueblos vecinos, que ya conocía caminando, viajando en carro, pero no desde los aires a más de 1.000 metros de altura, montado en un parapente.

En su tercer viaje a Colombia Antuine Chauffetol cumplió un sueño, uno que lo hizo volar y sentirse libre, como en otro planeta.

El francés de 28 años dice estar enamorado de Colombia, especialmente de San Gil y sus pueblos vecinos, que ya conocía caminando, viajando en carro, pero no desde los aires a más de 1.000 metros de altura, montado en un parapente.

En la visita que está próxima a terminar con la promesa de volver para tal vez quedarse, este hombre de 28 años voló como lo hacen los turistas amantes de la aventura. La experiencia fue como la esperaba, emocionante, llena de adrenalina y belleza.

La decisión de estar arriba le llamó tanto la atención que decidió aprender. La idea ya la traía desde su país, por eso venía armado de un pequeño libro en francés con las nociones básicas de cómo ser piloto de parapente.

Con el libro y un español que ha ido perfeccionando en sus viajes sin dejar a un lado su acento y los dilemas de la conjugación de los verbos, se le midió a pagar un curso para aprender a volar solo, sin acompañante y tratar personalmente con el aire.

La enseñanza es una de las actividades que tras la pandemia empezó a ofrecerse en San Gil como parte de una apuesta a diversificar la oferta a los visitantes que como Chauffetol quieran recibir más que una experiencia y desean aprender un deporte.

Sergio Gutiérrez, propietario de Parapente Chicamocha y con casi 20 años de experiencia en esta actividad, cuenta que al enseñar las sensaciones son diferentes, sobre todo cuando el alumno hace ese primer gran vuelo en solitario y en donde solo le puede dar instrucciones por un radio. Claro, para llegar a eso se pasa por un proceso.

Chauffetol, que ya hace cuentas para comprar su propio equipo, guarda en su memoria recuerdos que lo llenan de alegría, la misma que deja ver cuando habla de ellos. Por ejemplo, el día que en el campo escuela en Curití hizo un pequeño vuelo de 10 segundos en donde no estuvo a más de 50 metros del suelo.

El gran momento fue en Ruitoque, en donde estuvo por primera vez solo en los aires, enfrentándose con el viento, sus pensamientos y su amigo e instructor Gutiérrez acompañándolo por el radio. La mejor imagen se la dejó el Cañón del Chicamocha, del que es un fiel admirador, tal vez porque la imponencia y belleza de esta cadena montañosa se multiplica con el cambio de perspectiva.

Una de las ventajas del parapente en Santander es que los tres voladeros autorizados: Curití, Cañón del Chicamocha y Ruitoque, les permiten a los aventureros disfrutar de cada uno de los escenarios de esta actividad deportiva, con diferentes clases de vientos y una escenografía única, dijo el instructor.

Lo más importante ahora es que Chauffetol es un nuevo embajador anónimo de la provincia Guanentá y casi un experto hablando de parapente, una pasión que ahora lo llevará a otros destinos, por la que recorrió casi 8.600 kilómetros para llegar a San Gil y aprender.

La meta es que los turistas que visitan la región se lleven la experiencia y el conocimiento, dice Gutiérrez, a quien el deporte lo ha llevado a competir en los grandes encuentros del mundo, a emprender y ahora a enseñar.

Por el momento, la nueva actividad solo ha llamado la atención de turistas extranjeros y la meta es que todos se enamoren de volar.

Elija a Vanguardia como su fuente de información preferida en Google Noticias aquí.

Etiquetas

Publicado por
Lea también
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad