Ernesto Rueda Suárez
Palabras inútiles
El otro día leí un artículo sobre diez libros –obras maestras- que pocos han logrado leer completos, y otros se aterrorizan de solo oírlos mencionar. Se pueden hacer muchas listas de diez libros así, según el gusto de los críticos o de los lectores corrientes. Luis Meyer –el columnista que comento- mencionaba, por ejemplo, “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust, porque es imposible hoy zamparse las siete novelas, menos entre lectores juveniles, y aun avezados.
A través de recuerdos, logrados con enorme esfuerzo –porque recordar no es fácil como parece- crea una obra de arte –¿de qué otra manera puede hacerse?-, un detalle, le lleva varias páginas, y recrea así todo un mundo; exaspera, si no se posee una mente sensible y exquisita. No es un problema de extensión; los jóvenes hoy se engullen los enormes libros –y ven todas las películas- de Harry Potter, o “El Señor de los Anillos”.
Meyer menciona otros clásicos como “Rayuela”, de Cortázar; “La broma infinita”, de Wallace, o “Finnegans Wake”, de James Joyce, sin duda imposible si uno primero no aprende el idioma que tuvo que inventarse para escribirlo durante veinte años; podemos conformarnos con su monumental “Ulises”, ya próximo al primer centenario. Meyer no menciona la “Divina Comedia”, si bien todo el mundo habla del mundo dantesco –sin leerlo-, en especial del Infierno, con una fascinación misteriosa, tal vez por la atracción del mal, siempre ligado al poder –es una de las esencias del poder decía Jean Paul Sartre-, y porque es el lugar en el quisiéramos ver a “los otros”, en estos tiempos de explosión del odio, la mentira, la corrupción y la hipocresía. Dante desarrolla una minuciosa cartografía para situar a las almas condenadas, con profunda crítica, y a veces con humor y mucha acción.
Leer la “Comedia” es gratificante, como un inquietante videojuego, sobre todo si se trata de políticos, que Dante tuvo muy en cuenta. No hay libros imposibles, sino lectores imposibles.