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Víctor Solano
Miércoles 21 de octubre de 2020 - 12:00 PM

Somos una plaga

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Tan solo en los últimos 70 años hemos consumido más energía que en los 12.000 años anteriores. Tal ha sido ese paso arrasador de nuestra especie que hacia 1950 habríamos hasta cambiado de era geológica: del Holoceno al Antropoceno.

Un estudio revelado ayer por la Universidad de Berlín señala que “el crecimiento exponencial del consumo energético, el desarrollo de la productividad económica y el vertiginoso aumento de la población han dejado conjuntamente muchas huellas” en el planeta. El consumo de energía en los últimos 70 años ascendió a × 22 zettajulios, frente a sólo × 14,6 zettajulios en el período entre el final de la última Edad de Hielo (hace 11.700 años) y 1950.

Como especie pasamos de la supervivencia a derrotar la naturaleza para dominarla. Hemos ‘conquistado’ montañas, desiertos y mares. A cuanto ecosistema llegamos, lo alteramos.

Ahora la Tierra no nos alcanza: la siguiente frontera de las misiones espaciales es instalar bases que produzcan energía en la Luna y Marte para desde allí colonizar otros planetas.

La producción de combustibles fósiles, a su vez, demanda muchísima energía. Es hora de que en países como el nuestro repensemos la matriz energética. La vocación colombiana es la energía hidroeléctrica, pero podría diversificarse mucho más para evitar colapsos económicos en el futuro y un irreversible deterioro de los recursos naturales. Colombia tiene que mirar las posibilidades que traerían otras fuentes como la eólica o la undimotriz (extraída de las olas) aprovechando que estamos bañados por dos océanos.

Hay muchos intereses económicos para que las cosas sigan como están, pero la fuente de combustibles fósiles no solo es muy contaminante sino escasa. Es miope depender del petróleo como lo es hacerlo de un solo cultivo en la agricultura.

Aún si mañana todos los seres humanos migráramos en una nave espacial y el planeta quedara solo, el daño ya está hecho. Pasarían miles de años para que se recuperara de la cicatriz que hemos causado. No obstante, si bien no sería fácil reparar, nos queda al menos desacelerar la destrucción.

No debíamos ser la peor plaga sobre el planeta, pero eso fue lo que elegimos ser.

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