Diego Rodríguez Téllez: memorias de un viaje centenario
Diego Andrés Rodríguez Téllez es un motivador empírico por excelencia. No tiene un título como coach, ni hace videos para YouTube, pero desborda energía e impulsa a otros a conquistar sus deseos. Este socorrano de 30 años, egresado del Colegio de La Presentación y profesional en diseño industrial haló un clásico Ford T por las calles de sus cuitas de casas pequeñitas, para rendirles tributo a su familia y al pueblo que lo vio nacer.
Jairo Rodríguez y María Consuelo Téllez, socorranos y padres de Diego Andrés y María Alejandra, nunca fueron testigos de que su hijo hubiese querido ser bombero, piloto o policía, porque su pasión por los carros fue clara desde que tiene uso de razón.
“Siempre he vivido maravillado de todo lo que tenga motor y la maquinaria mecánica. Afortunadamente mi papá me acolitaba y me permitía conocer más del tema; incluso asistíamos a carreras, exposiciones y no solo de automóviles, sino también de máquinas pesadas como tractores”, comenta.
Lucía Gómez de Téllez es la abuela materna: la que le prepara platos especiales, quien lo considera el hombre más guapo sobre la tierra y la misma que desempolvó una foto que catapultó el proyecto de vida del hoy experto en automóviles.
“En uno de sus cofres guarda varios tesoros y entre esos algunas fotos antiguas. Sacó una de ellas y me la entregó. La había visto muchas veces en restaurantes, bares y espacios culturales en Socorro, pero esta es tal vez la más original”, explica.
“La imagen muestra el primer carro que circuló por calles comuneras con cuatro ocupantes, las vías empedradas, la Basílica aún sin terminar, palmeras y árboles en lo que hoy es la gradería de atrio, y un grupo de niños vestidos de época admirados de la máquina que andaba sola. Con esa fotografía confirmé que de mi vida tenía que hace un hobbie y de mi hobbie una vida”, recuerda.
El Ford T
Según el experto, el carro llegó a Socorro entre los años 1918 y 1922. Esta referencia de acuerdo con la época de producción del carro y datos de la misma foto: “ese vehículo no fue comprado directamente por mi bisabuelo, el papá de mi abuela, pero sí hacía parte de ese proyecto, además de ser uno de los cuatro hombres que se movilizan en el vehículo”.
“Uno de ellos es chofer y se puede identificar porque es el único que tiene boina. En esa época no había antecedentes de carros y los choferes eran personas instruidas; como quien dice, unos expertos en la materia”, dice.
Además narró que el vehículo debió ser comprado en la ciudad de Detroit, estado de Michigan, Estados Unidos. Allí lo desarmaron y lo enviaron en cajas de madera a Colombia. La primera parada se dio en Barranquilla, luego tomaron el río Magdalena hasta Barrancabermeja y desde allí, a lo lomo de mula, fue trasladado a Socorro donde finalmente fue ensamblado.
“Si lo vemos desde el punto de vista actual, era un carro muy precario pero hicieron que se moviera. Las carreteras en el pueblo no estaban para carros, ni los carros para la carretera. No se andaba a grandes velocidades porque sencillamente las piedras lo frenaban. Era de color negro porque era el que secaba más rápido. Luego vinieron otras generaciones con distintos colores como el rojo”, asegura este apasionado por los carros.
Experiencia
El también docente lleva siete años en la academia. Desde 2015 es profesor, investigador y director del programa de diseño de interiores en Taller 5 Centro de Diseño en Bogotá. También es consultor automotriz en Colombia para marcas como Ford, Porsche y Mercedes Benz.
Con una risa tímida cuenta que nunca ha sido un ávido lector; por lo tanto, todo lo que sabe lo debe a experiencias vivenciales. En el camino ha comprendido que un carro, a pesar de la historia, no es más que un cajón con cuatro ruedas que lleva gente; que todos han tenido radiador, frenos, timón y motor, y añade que algo que sí ha cambiado es que los filtros antes eran de piedra pómez.
Ha conducido carros clásicos y antiguos, e incluso algunos que andan a gran velocidad como McLaren, Ferrari y Porsche. “Sí, para muchos puede ser una locura. Pero el automovilismo no es solo humo y piques. Representamos las emociones de las personas. Cuando hago un evento no necesito que la gente me admire. Necesito es conectarlos con una emoción. Usted ve un carro antiguo y lo conecta con algo. Ahí es donde está lo importante del tema”, afirma.
La foto
Diego Rodríguez Téllez es de esos socorranos que llora cuando escucha “Pueblito Viejo” o “Lunita Consentida” del maestro José A. Morales. Ama a Socorro como cada persona que ha nacido en esta tierra. Su historia comienza con aquella fotografía en sepia. La misma que lo llevó a madrugar un domingo y con la complicidad de sus amigos halar un Ford T rojo y revivir aquella imagen sentado en la misma posición en la que estaba su bisabuelo.
Ante la mirada de algunos curiosos ubicó el vehículo en la equina del Parque de la Independencia, sobre la carrera 14 con calle 14, justo diagonal al hoy Dandy Dandy, el eterno Los Ejecutivos; con la mirada fija de Foto Peñalosa, sin palmeras ni árboles en el atrio, pero junto a la hoy Basílica Menor.
Ese era su sueño y la forma de rendirle tributo a su gente: “esto sí es cumplir un sueño y es también el poder aportar algo al pueblo. Las exposiciones no se hacen para mí, se hacen para que la gente sienta, admire; se tome fotos, reviva momentos, conozca la historia. Fue un regalo para el pueblo. Soy intenso con los carros pero no soy impositivo. Con esto promulgo sentimientos, familia, cultura y valores. Es un reconocimiento a mi Socorro por lo que ha hecho de mí”, concluye.