El mercado internacional es uno de los referentes de la comercialización, de ahí, que el agro deba propender por la competitividad.
Los arroceros del país en 2017 y 2018 se desbordaron en siembras. Al final se tuvo una mayor producción y por ende, los precios al productor se fueron al suelo. Muchos cultivadores se quebraron.
El Ministerio de Agricultura y el Consejo Nacional del Arroz delimitaron la hoja de ruta de ese sector para 2019, la cual contiene mecanismos de apoyo y circunscribir la siembra hasta 478.000 hectáreas.
Lo anterior significa que hubo reordenamiento arrocero, que en los dos años anteriores “voló”, literalmente, las proyecciones y llegó a sembrar 100 mil hectáreas de más, con el agravante de que lo hizo en regiones marginales que carecen de infraestructura vial, lo que impidió sacar la cosecha y en muchos casos, ni poder recolectarla.
En esas condiciones no hay producción que pueda ser competitiva.
Con el ánimo de direccionar el agro, el Ministerio de Agricultura trabaja en el reordenamiento de la producción de nueve cadenas productivas del país: arroz, leche, panela, forestales, maíz, papa, aguacate Hass, cebolla de bulbo y algodón.
De acuerdo con el ministro de Agricultura, Andrés Valencia Pinzón, lo anterior se puede lograr si se trabaja de manera específica en identificar las zonas con mejor desempeño productivo, planificación de siembras, fortalecimiento del acompañamiento técnico, facilitación del acceso a financiamiento y gestión de riesgos, y mejoramiento de infraestructura y comercialización.
El jefe de la cartera estima que el agro debe ponerse a la tónica con el mercado externo, por lo que se debe trabajar en productividad más rentabilidad, ecuación que conlleva a la competitividad.
No hay tope
Para Henry Vanegas Angarita, presidente ejecutivo de la Federación Nacional de Cerealistas y Leguminosas, Fenalce, el reordenamiento y encadenamiento de las siembras de maíz le permitirían al sector un desarrollo ordenado.
Respecto al crecimiento de las áreas dijo que esas serían indeterminadas, porque el país es deficitario; es decir, tendrán importaciones de maíz amarillo así se duplique la producción nacional de 1,5 a 3 millones de toneladas. En su concepto, la entrada del grano externo seguirá creciendo un 40%, aproximadamente, los próximos ocho años. Hoy, las importaciones son del orden de las 6,5 millones de toneladas.
Vanegas Angarita dijo que el estar en esa propuesta permite acceder a créditos para pequeños de DTF-1 y para medianos de DTF.
“Lo anterior conlleva a que los agricultores estén previamente inscritos, con el fin de evitar desordenes y canalizar de manera directa las ayudas estatales, como por ejemplo, las que se tienen alrededor de los riesgos, como el seguro agropecuario”, agregó.
Se añora el ICR
De acuerdo con Hernán Hernández Peñaloza, director ejecutivo de la Sociedad de Agricultores de Santander, SAS, y miembro de la SAC, el reacomodo es válido; sin embargo, no debe ceñirse solo a nueve cadenas, lo que de paso desconoce la realidad del campo colombiano, pues se quedaron por fuera de ese programa cientos de especies y productos. “El agro del país es mucho más diverso de lo que se cree”, agregó.
El directivo de la SAS dijo que la intención es buena; sin embargo, cuando se miran los números del presupuesto para el agro la realidad es otra. “Los cambios no se pueden realizar con escritos bonitos ni discursos; hay que ponerles efectivos, números y dineros bien empleados”, puntualizó.
Hernández Peñaloza dijo que esos programas deben tener una implementación de por lo menos cuatro años, con el fin de llegar a un norte.
En su concepto, una reorganización del agro debe contener investigación para el desarrollo, asistencia técnica, comercialización y financiación.
“En el caso del crédito, las tasas de interés deben ser al menos similares con las existentes en la región con quienes se compite. Mientras a los peruanos y ecuatorianos les prestan al 6% y 7% efectivo anual; en el país se ronda el 15%”, aseveró.
Hernández Peñaloza dijo que esa financiación no debe ser de cuantías menores, porque ningún productor puede transformar su centro de producción con un crédito de $10 millones.
“En las zonas están añorando el Incentivo a la Capitalización Rural, ICR, porque es una herramienta valiosa que le permite a un campesino dar el salto hacia la productividad”, agregó.