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Barichara y su Escuela Taller
Así como podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Barichara en Santander es el pueblo más lindo de Colombia, podemos asegurar, de igual manera, que su Escuela Taller es una de las más innovadoras y eficientes de toda la nación. Impulsada desde 2012 por la incansable y talentosa artista Dalita Navarro, el transcurrir de esta escuela se ha convertido rápidamente en ejemplo para otros municipios y gestores culturales del país.
Le he seguido sus pasos desde 2013, cuando ingresó al Programa Nacional Escuela Taller de Colombia, y puedo dar fe de los sorprendentes resultados que ha obtenido: más de 1.800 jóvenes y adultos de la región se han formado en oficios como la cestería, la cocina tradicional (si usted no ha ido a su restaurante, ¡no sabe de lo que se pierde!), la encuadernación artesanal y la alfarería, entre otros. Esta escuela, a diferencia de muchas más, proporciona no solo el conocimiento sino que conecta a las comunidades y sus productos con un entorno cada vez más exigente de compradores que llegan con infinita curiosidad desde distintos lugares del mundo y salen felices con la experiencia que vivieron a replicar las historias y promocionar a Barichara y a la Escuela Taller como un destino turístico y cultural imperdible.
Además, no se trata de un lugar de aprendizaje de distintas técnicas en los ratos de ocio de los habitantes de esta hermosa zona del país sino de una incubadora de proyectos productivos atada a las raíces más profundas de los santandereanos. Así, las semillas sembradas en su población han germinado en forma de negocios sostenibles que los mismos campesinos fueron formando con el paso de los años. Hace unos días, el Ministerio de Cultura hablaba con orgullo de algunos de ellos: Aroma a Color, Artex, Jizca Taller, La Academia y Maloka, son ejemplos de unidades productivas que nacieron de las enseñanzas de la Escuela Taller.
Por eso, seis años después, vale la pena resaltar la labor de esta Escuela, pedirle al nuevo gobierno que la impulse y haga visible y decirle a Dalita y a sus colaboradores que no se cansen de apalancar esta labor y, por el contrario, la sigan proyectando para que sirva de inspiración en Colombia y en el mundo. La mejor paz es la que se deriva de los esfuerzos culturales que le arrebatan insumo humano a la guerra y encauzan la creatividad de manera positiva. Lo demás, es carreta.