Salvar vidas de manera voluntaria es la premisa, ante la falta de un hospital público veterinario en la ciudad.
El llamado de emergencia
Eran las 7:00 a.m. del pasado viernes 12 de octubre. El médico veterinario y líder de la fundación Fanat, Alejandro Sotomonte, que lucha por los derechos de los animales, recibió el primer llamado a su celular.
Se trataba de una canina que tenía atascado un hueso en la tráquea, estaba ubicada en el parador Papi Quiero Piña de Floridablanca y sus rescatistas aseguraban que se estaba ahogando.
Además, la comunidad del barrio Villa de Los Caballeros de Girón reportó un canino pequeño que fue mordido vorazmente por otro perro durante la noche del jueves anterior. Dijeron que pasó la noche con hemorragia, que atemorizado huyó hacia una ladera del barrio. Aquella noche y madrugada una fuerte lluvia cayó sobre el área metropolitana y el animal fue hallado desmayado sólo hasta las 6:00 a.m. de aquel viernes.
Justo después de recibir el segundo reporte, el veterinario recibió un nuevo reporte. Una joven pareja de Morrorico le pide ayuda para salvar la vida de una cachorrita de cerca de tres meses, que fue tirada a la calle por sus dueños. Sin embargo, aseguraban que estaba deshidratada, que intentaba caminar y se caía y que todo lo que comía lo vomita.
Además de estos llamados de urgencia, Sotomonte atendió dos llamadas más, una de un canino apuñaleado en La Cumbre y de otro perro que fue atendido previamente por este veterinario y necesitaba seguimiento para conocer cómo avanzaba la recuperación de su pata derecha, que fue atropellada por un automóvil.
La carrera contra el tiempo
Luego de recibir los reportes y priorizar las atenciones más urgentes, Sotomonte empacó medicamentos, elementos de protección, equipo de cirugía y lo necesario para atender a los animales y los ubicó en la parte trasera de su Jeep Willys modelo 1975.
Hacia las 6:30 a.m. el veterinario se dirigió hacia Papi Quiero Piña y encontró a la perra atorada, respirando con mucha dificultad. Intentó sacar el hueso manualmente, pero ante la gravedad del animal, optó por usar su equipo médico. Pasada una hora de persistencia, el hueso se desatoró y la perra volvió a respirar.
La carrera por salvar vidas llevó a Sotomonte hacia la Villa de los Caballeros, un barrio de Girón al que el pavimento llegó por pedazos y del que se desprenden grandes piedras y corre agua por montón cada vez que llueve.
En este barrio se encontraba ‘Negro’, un canino criollo de más de 10 años de edad que tenía cuatro profundas heridas en su abdomen, patas y espalda. El animal estaba sobre unas hojas de revista que le acondicionó una habitante del barrio tras haberlo recogido de un andén sucio, en el que pasó la noche.
Por la gravedad de los cortes, el veterinario decidió operar de urgencia al perro. En el suelo instaló un planchón metálico y bañó al canino desmayado para limpiarle las heridas. Canalizó al perro para mantenerlo estable e hidratado mientras realizaba el procedimiento. Sacó sus guantes, un gorro de cirugía y con varias pinzas agujas y tijeras, comenzó a operar.
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Cuatro horas después, las heridas del canino fueron suturadas y se aplicaron más medicamentos para evitar la infección. Además, de la atención, el dueño del canino recibió jeringas y más pastillas para seguir el tratamiento posoperatorio.
Por la complejidad de la operación, Sotomonte terminó su labor con ‘Negro’ a la 1:30 de la tarde. Aunque la hora de almuerzo ya había pasado, el veterinario no descansó y arrancó hacia el Velódromo Alfonso Flórez de Bucaramanga para atender los demás casos. El recorrido tardó cerca de una hora entre Girón y la capital santandereana.
A las 2:00 p.m. el veterinario tomó un pequeño receso para alimentarse mientras llegaba ‘Miel’, la cachorra deshidratada que fue hallada en Morrorico tras haber sido abandonada. Pasadas las 3:00 p.m. los rescatistas del pequeño animal llegaron con ella envuelta en una cobija.
El protector de animales la chequeó y tuvo que dar una noticia no tan alentadora: ella estaba grave, “les garantizaba el tratamiento más no les podía garantizar su vida”.
Allí, a las afueras del Velódromo, la cachorra fue canalizada y se le aplicaron varias inyecciones. Sin embargo, el veterinario decidió quedarse con ella ese día para hospitalizarla.
El animal fue acomodado en la carrocería de la ambulancia. Allí pasó la noche, entre medicamentos y elementos metálicos, envuelta en papel periódico porque, por falta de recursos, esta ambulancia ‘trabaja con las uñas’.
Pasadas las 4:00 p.m. la ambulancia animal ingresó a cercanías de la Cancha Marte y se realizó chequeo a un canino que había sido atendido días atrás luego de que un vehículo lo arrollara.
Tras la valoración, se determinó que su pata derecha, afectada durante el accidente, estaba sanando satisfactoriamente. Sin embargo, el perro debería permanecer con la férula unos días más.
30% de los casos no logran salir adelante
Algunas veces por indolencia y otras por la gravedad de los casos, varios de los animales atendidos pierden la vida, pues como aseguró Alejandro Sotomonte, “de cada 10 casos que atendemos, tres no logran salir adelante. A veces nos reportan tarde los casos o en muchas ocasiones ya no hay mucho que hacer”.
De los cuatro animales atendidos, durante la noche de aquel viernes, ‘Miel’ la cachorra de tres meses no resistió más y falleció. Según el reporte, el nivel de desnutrición y deshidratación severa la llevaron a perder la vida.
Asimismo, tras 28 horas de ser intervenido, ‘Negro’, el canino herido por otro perro, falleció durante la mañana del pasado sábado. El veterinario estima que por durar más de 16 horas con sus heridas abiertas y la exposición a la fuerte lluvia y el frío terminaron por acabar su vida.
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Sin embargo, la perra atorada con el hueso y el canino con su pata accidentada se cuentan entre las decenas de animales atendidos que lograron sobrevivir gracias a la atención de esta ambulancia pública.
Se estima que en 10 años de servicio se han atendido a cerca de 10 mil animales.
De carro de curia a ambulancia animal
Este Jeep Willy Modelo 1975, desde hace 10 años, cuando fue adquirido por la Fundación Fanat, ha recorrido cerca de 200 mil kilómetros para atender casos en los que la vida de los animales se encuentra en riesgo.
Alejandro Sotomonte recuerdó como en 1998, el automotor fue comprado al párroco de la curia de San Vicente de Chucurí y pasó de transportar elementos religiosos a cargar medicamentos, sutura y planchones de cirugía.
Lo adquirió en $3 millones, que se obtuvieron con rifas y ventas de tamales, pero le tocó invertirle otros $5 millones para repararlo y ponerlo de nuevo en marcha.
El veterinario confesó que “toca andarle pasito para que no nos saque la mano. Esta es nuestra herramienta salvavidas y hay que cuidarla. Que más quisiéramos que tener una camioneta de platón, un poco más nueva para poder llegar a veredas o lugares difíciles para el acceso, ojalá quienes lean esto y quieran colaborar, los animales y nosotros lo agradeceremos”.
La urgencia de un hospital animal
Aunque durante la jornada se atendieron cuatro animales, además del agradecimiento de la comunidad Sotomonte recibió $20 mil, que no cubrían el valor total de su trabajo, pero que fue un incentivo que los habitantes de uno de los barrios lograron reunirle.
Del Estado, Sotomonte afirmó que no ha recibido mucho. En Bucaramanga, por lo menos, el Alcalde Rodolfo Hernández, durante su campaña prometió un centro de bienestar animal y a menos de un año de terminar su mandato, este sitio “se quedará en veremos”.
El profesional calcula que cada día se registran cerca de 20 emergencias con animales, muchas de ellas en sectores vulnerables, donde las personas no tienen para pagar los costosos tratamientos veterinarios.
Además, el hombre afirma que se les prohibió a los policías que en los Comandos de Acción Inmediata, CAI, se puedan atender emergencias vitales para los animales.
Mientras se materializa la idea de un hospital público veterinario, el profesional aseguró que seguirá velando por el bienestar animal, operando en las calles y llegando hasta donde su vida y la de su vehículo permitan salvar vidas.